Dominico y sevillano

La forja dominicana: sigue siendo él, pero con lo específico dominicano.

Fr. Fernando Aporta García, O. P.

 La relación Casas-Sevilla-Andalucía iba a anudarse por un nuevo capítu­lo.   Los antepasados, los padres y los hermanos -Las Casas- que le dieron nombre y apelli­dos, en medio de los cuales incorpo­ró a su vida el calor de hogar; la ciudad -Sevilla-, plataforma y puente misione­ros entre Casti­lla y el Nuevo Mundo, receptiva y abierta, como inmen­so era el corazón abismal de los mares al que miraba a diario por su arteria vial del Gua­dalqui­vir, replegán­dose sobre acumu­lar la riqueza del constante fluir en  una y otra dirección de las gentes; la región -Andalucía- que era la superficie geográfica y demográfica con caracterís­ticas singula­res y universales,  La vinculación Casas-Orden de Predicadores pasa por la Andalu­cía domi­ni­cana que nace en Córdoba, cuyo convento de San Pablo se levantaba al rescoldo del fuego apostólico, bien vivo de su Fundador, apenas quince años después de su muerte. Incorpora­dos los conventos andaluces a la única Provincia llamada de España, se desgaja, como rama de frutos en sazón, allí, en la ciudad de los Califas, en el Capítu­lo de 1513, con la posterior confirma­ción del Maestro de la Orden Vío Cayetano, de un Capítulo General y del breve Exposuisti Nobis del 8 de octubre de 1514 de León X. Ya para entonces, hacía cuatro años, 1508, Vío Cayetano, recién tomada posesión del cargo, había enfilado las velas, empujando las glebas dominicanas, que habían de desplegar­se sobre las aguas atlán­ti­cas dos años después o sea en 1510, que es cuan­do llega la primera expedi­ción de aquel equipo formidable, que si algo tiene en su haber es la unanimidad en el estilo de vida por amor a Dios y servicio al prójimo, preferencial al pobre, carente de voz con la que hacer valer sus dere­chos, que es una de las formas de desvalimiento ante las instituciones y demás hom­bres.

 

 Ingresa en la Orden de Predicadores

Después de toda la acción desarrollada en Cuba y en Cumaná, va a producirse en Bartolomé un cambio trascendental, lo que algunos han calificado de segunda conversión: el ingreso en la Orden dominicana.

"Habiendo escripto al Rey e a los que más convino escrebir, esperó algunos meses la respuesta, y entretanto su conversación era comun­mente con religiosos de Sancto Domingo, y en especial con un padre llama­do fray Domingo de Betanzos, religioso de virtud y religión señalado; éste le dió muchos tientos para que fuese fraile [...] Entre otras respues­tas y excusas que le daba, fue decir que convenía esperar la respuesta del Rey para ver qué le mandaba. Respondió el buen padre: "decid, señor padre, si entretanto vos os morís, )quién recibirá el mandado del rey o sus cartas? Estas palabras le atravesaron el alma al clérigo Casas, y desde allí comenzó a pensar más frecuentemente en su estado, y al fin terminó de hacer cuenta que ya era muerto, cuando las cartas o res­puestas del Rey llegasen; y así, pidió el hábito con insistencia y se lo dieron con mucho gozo y alegría de los frailes, y no menos toda la ciudad y todas las In­dias, desde que lo supieron, aunque de diferente manera y por diversos fines los frailes y los seglares se gozaron; porque los frailes, espiri­tualmente, por el bien de la conver­sión del que amaban con caridad, y los seglares porque vían faltarles, como si lo vieran ente­rrado, aquel que les estorbaba los robos que hacían y entendían hacer con todo su inicuo interese tempo­ral. Sino que después resucitó, a lo que puede creerse por voluntad de Dios, a pesar de muchos, para estorbar algunos males que estorbó con el favor divino, y para mostrar al mundo con el dedo, como el sol, el estado peligroso en que muchos vivían, y el sueño letárgico y profunda cegue­dad que los descuidaba, en no tener por pecados los que nunca otros tan graves ni tantos se come­tie­ron, después que los hombres comenza­ron y supieron pecar” (HI, III. 160, Obras, 5, pp.2470-2471)

Las Casas pasa a ser miembro de la Orden  (marzo de 1922) en  el convento de Santo Domingo  de la Española en un momento  en que la Provin­cia Bética o de Andalucía está presente en sus miembros y en sus conven­tos, afectiva y jurídicamente. Precisamente el Capítulo General celebrado el día 23 de mayo de 1518 en Santa María Sopra Minerva de Roma, mandaba que todo los conven­tos fundados o que en adelante se fundaren en las Indias Occiden­tales se adscribieran   a la Provincia Bética. Unos años más tarde de la incorporación del P. Las Casas a la Orden, el Capítulo General celebrado en Pentecostés de 1530, igualmente en Roma,  aceptan una serie de conventos, funda­ción de última hora, de aquí y de allá a nombre de la Provincia Bética o de Andalucía, incluidos todos ellos en el mismo paquete.

Fray Bartolomé de las Casas hacía ya mucho tiempo que había encon­trado la horma para su espíritu en la regla y constituciones de los Frai­les Predi­cadores.

Frecuentaba el convento, dialogaba con los religiosos, los admiraba y escuchaba  con gusto.  Ante las dificultades o persecuciones, en más de una ocasión, le sirvió de refugio.  “En los días grises, como dice Huerga, cuando dudaba qué camino tomar, buscaba consejo y espuelas en ese convento” (Vida y Obras, Obras t.I, p.150).

Y sobre todo ahora en los días más tristes de su vida, cansado, solo y a  solas con su derrota y sus pensamientos encamina sus pies a ese lugar para pedir la misericordia de Dios y la de la Orden. Es decir, el hábito de dominico”(Huerga, O.c. p. 151).

 

Vida de austeridad y pobreza

Durante el noviciado comenzó una vida de gran austeridad. En la comunidad de Santo Domingo presidida por el gran religioso Pedro de Córdoba se vivía en estricta pobreza. (Puede verse M. A. MEDINA, Una Comunidad al servicio del indio. La obra de Fray Pedro de Córdoba (1482, 1521) Madrid, 1983. Dice el mismo las Casas:

«[...] un buen cristiano, vecino de esta ciudad, llamado Pedro de Lumbreras, dioles una choza en que se aposentasen al cabo de un corral suyo, porque no había entonces casas sino de paja y estrechas. Allí les daba de comer cazabí de raíces, que es pan de muy poca substancia si se come sin carne o pescado. Solamente se les daban algunos güevos y, de cuan­do en cuando, si acaecía pescar, algún pescadillo, que era rarísimo. Alguna cocina de berzas, muchas veces sin aceite, solamente con ají, que es la pimienta de los indios, porque de todas las cosas de Castilla era grande la penuria que había en esta isla. Pan de trigo ni vino, aun para las misas, con dificultad lo había. Dormían en unos cadalechos de horquetas y varas o palos hechos, y por colchones paja seca por encima. El vestido suyo era de jerga aspérrima y una túnica de lana mal cardada. Con esta vida y deleitable mantenimiento, ayunaban sus siete meses del año arreo, según de su Orden lo tenían y tienen constituido.» (en Hl 11, 54, Obras, 4, pp. 1515-1516).

 

Predicación

Era el fin específico de la Orden.

También en la predicación la Comunidad de Santo Domingo es un ejemplo.  Lo dice el mismo Las Casas cuando hablando del encuentro de Pedro de Córdoba en la ciudad de Concepción de la Vega con Diego Colón y su esposa, escribe: “Llegados de regreso  a Santo  Domingo… ordenaron que cada  domingo y fiesta de guardar, después de comer, predicase a los  indios  un religioso, como  el siervo de Dios Fray Pedro de Córdoba en la Iglesia de la Vega había principiado… y así de ordinario llenase la iglesia los domingos y fiestas de indios de los que en casa a los españoles servían, lo que nunca en los tiempos de antes habían visto” (HI, t. II, p.384).

Predicaban los individuos pero  predicaba la comunidad como ocurrió en el famoso sermón de Montesinos , 21 de Diciembre de 1511. Ante la queja  al Prior sobre aquel sermón, la respuesta fue: ese era el parecer de toda la comunidad.

"Predicaban y confesaban como varones divinos, y porque esta isla toda  estaba (los españoles digo) en las costumbres de cristianos, pervertida, especial en los ayunos y abstinencias de la  iglesia,  con sus sermones y más creo que con su dura penitencia y abstinencia, los redujeron a que se hiciesen consciencia de ello y se quitase aquella glotonería en los tiempos y días que la  Iglesia determina. Había, eso mismo, una gran corrupción en los logros y usuras; también las desterraron y hicieron a  muchos restituir. Otros efectos grandes, dignos de la Religión y Orden de Santo Domingo, se siguieron de su felice venida" (Cf. HI. II, 54,, Obras p.1515-1516)  

 

Estudio orientado a la predicación

La predicación dominicana es un anuncio de la palabra revelada, reflexionada, contemplada, mediante el estudio y hecha vida en el quehacer de cada día. A él se dedicará con ahínco Fr. Bartolomé, llegando a adquirir una gran preparación sobre todo si pensamos que fue en muchas cosas autodidacta.  La vocación doctrinal en la Iglesia no debe ser el resultado de una investiga­ción o estudio frío de laborato­rio, es un estudio en el que la verdad pasa por el calor de la contem­plación de Dios y su obra, estudio-oración-acción. Todo esto dio como resultado un ser armónico, como antes quedó retratado para siempre en el siervo -servidor- Domingo de Guzmán, que hablaba con Dios de los hombres y con los hombres de Dios. Fue lo que ya admiró en los primeros domi­nicos allá en la Vega (P. Pedro de Córdoba), admiración que muy pronto daría paso como en Santo Domingo a la compasión, al  "consufrir", que era más que admirarlos, era amarlos y amar su forma de vida. Y abrazada ésta fue tanto como apretar con más fuerza dos mundos, el Viejo y el Nuevo; tender un puente entre la iglesia metro­polita­na de Sevilla y las iglesias nuevas; entre la Provincia nodriza y las Provincias de Indias, a las que muy pronto dará a luz.

El pasar al convento no era volver la espalda a sus hermanos los indios. Sus gestos de despedida al embarcarse para la vida religio­sa son verda­deramente premonitorios. Como en otros graves momentos de su vida, Las Casas reflexiona, habla con Dios, y consulta con las perso­nas que mejor pueden traducir su voz. Y después de hablarlo mucho y consultar­lo, analizarlo con el deteni­miento requerido y una vez clarificado el horizonte, hace la elección, a sabiendas que sacrifica no pocas cosas, a las que no renuncia, sino que las supedita a lo que estima que es más definitivo y desde donde está convencido podrá darles su verdade­ra dimensión y eficacia.

"En el tiempo de noviciado le vinieron cartas del cardenal Adria­no, que fue papa,  de caballeros flamencos, que le persuadían que tornase a la corte y que tenía tanto y más favor que la otra vez le habían dado; y los perlados del monasterio, porque no se inquietase quizá, no se las quisie­ron mostrar" (HI, III, 160, Obras 5, p.2471).

Fue un alto en el camino previo a toda una vida  entregada  a la defensa y al servicio del indio y de los más pobres,

 

El lema "veritas", incubado en su espíritu, traducido en protesta profética.

El pasaje anterior deja entrever cómo este hombre hecho y derecho, de 38 años, con un largo bagaje de experiencia, con un ministerio sacerdo­tal rico en servicios..., entra en una etapa y dinámica de apren­dizaje que se caracteriza por el recogimiento y oración, por el estudio de la vida reli­giosa en cuanto a su natura­leza y propiedades, de la historia y espiri­tualidad propias de la Orden, de la ascética y mística, de la regla y de las constitucio­nes, de la liturgia, etc.

 

Fundador  y Prior del Convento de Puerto Plata

Concluido el noviciado, el P. Las Casas emitió su profesión religiosa, pasando al llamado Estudio General en el que completó su formación intelectual conforme a la Ratio Studiorum o plan de estudios de la Orden, el cual compaginó con algunas actividades apostólicas. La madu­rez y prestigio del P. Las Casas movieron a los Superiores Mayo­res a que se fijaran en él para la nueva fundación de un convento en Puerto de la Plata, en la misma isla Española, dedicado al Santo Fundador de la Orden, siendo además instituido su primer Prior.

Su actividad en estos largos años sin retornar a España los va a consa­grar a una actividad evangelizadora, en definitiva. pacificado­ra, al inte­rior de la isla Española, Nicaragua, Panamá,  Méxi­co..., mo­viéndose en todas las direcciones, sin olvidarse de recabar de las autorida­des tanto hispanas como indianas, la práctica de la justicia:

"Recebidas ciertas cartas y provisiones de V. M. en el reino y provin­cias de Guatemala, que es en las Indias, por las cuales V. M. nos mandaba que yo, con otros religiosos de mi orden de Sancto Domingo, prosiguié­semos cierta pacificación en muchas provincias que están en guerra, trayéndolas al servicio y subjeción de V. M., la cual teníamos ya comen­zada y en muy buenos términos, porque los señores de ellas se habían venido a ver ya con nosotros secretamente y esperamos en nuestro Señor Dios que aquellas y otras muchas hemos de traer al conosci­miento de su Criador y nuestro y al servicio y obediencia de V. M. por la vía de paz y amor y buenas obras, de donde resultará, según tenemos por cierto, gran acrecentamiento y dilatación en la cristiandad” (Obras, 13, p.99).