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Hambre y sed, necesidad… en esta ocasión llamamos la atención a la necesidad de atención. La falta de atención, la indiferencia, el aislamiento, el rechazo, pueden ser (son) razones, causas de la falta de sentido, la falta de ilusión, la falta de motivación que nos ponga en movimiento, para ser protagonistas de nuestra vida, para saber acompañar y sabernos acompañados, caminar con los demás para ser, crear y… trascender.
Como en el número anterior, partimos de una realidad de la que somos testigos, presente en nuestro mundo, forma parte, por tanto, de nuestra vida y es la razón del hambre y la sed pues la insatisfacción, el dolor, la amargura, el vacío y el sufrimiento, dominan nuestra existencia. Hambre y sed de solidaridad, de armonía, de unidad, de convivencia, reconocimiento, colaboración.
En este nuevo año que hemos comenzado el título de cada uno de los número de la revista comenzará así: “Hambre y sed de …” Tenemos hambre y sed de aplacar las necesidades que se hacen más patentes y urgentes por su ausencia. Terminamos y comenzamos un año con la ausencia de PAZ, esta ausencia nos hace conscientes de su necesidad. Hambre y sed, necesidad, urgencia, no estamos para destruirnos… ¿Es que la paz hoy no tiene lugar en el que vivir?
Un pie hacia delante, pero no es suficiente, hay que levantar el pie que quedó atrás y ponerlo delante. Para avanzar hay que moverse, dejar atrás. Decir adiós, es hacer posible un hola. Por otra parte, la permanencia no es tanto, quedarse quieto, inmóvil, es desear conocerla, saber lo que encierra, y acompañados de esa sabiduría avanzar, ir hacía delante.
“Lo que no hice y debería haber hecho” “Lo que hice y no salió como esperaba y/o esperaban” “Lo que me gustaría hacer…” El ayer, el mañana… El hoy empleado para lamentarse es una pérdida de energía, es crear un conflicto interno que dificulta la oportunidad de conocerse mejor, de conocer más, de ser dueños de los propios actos.
Por mucho que nos empeñemos, nada permanece. Sí, queda ahí… ese ahí es el recuerdo, la memoria, el corazón. También tenemos con nosotros imágenes, documentos… y un sin fin de gestos, signos y símbolos que nos remiten a aquello que fue y que ya no es.
La realidad hoy… y levantamos el telón de esta realidad, lo hacemos con temor y temblor, ¿por qué será?, y así es: aparecen catástrofes, errores humanos imperdonables (guerras, explotación, muerte, abandono, corrupción, accidentes).
Puede parecer exagerada la afirmación: “Fuera de contexto, nada es verdad”. Sin embargo, y a pesar de lo que pueda parecer, tiene más de verdad que de falsedad. Fuera de contexto, fuera de un entorno, sin ningún tipo de referencia, conocimiento de las circunstancias, cualquier hecho permite mil interpretaciones distintas y quedarse con la que conviene, con la que interesa, y actuar en consecuencia. Casi con toda seguridad el resultado puede ser dañino. A partir del contexto, teniéndolo en cuenta, la interpretación y la comprensión de los hechos puede ser “más objetiva”.
La honestidad está configurada por diversos componentes psicológicos, la suma de todo ellos en la persona la determinan como honesta. Un sinónimo de honestidad podría ser rectitud. A rectitud, le acompaña la coherencia y ésta invita a la confianza, que es motivo de estima y aprecio… ¿Porque, dónde vamos con la mentira, la hipocresía, el engaño…?
La experiencia compartida es una riqueza, es una oportunidad y un aprendizaje y conocimiento que no se olvida; es añadir, sumar, lo que uno descubre y lo que los otros aportan.