¿Cuál es el futuro de la ayuda al Desarrollo en un contexto de crisis? ¿cuáles son los desafíos a los que la Cooperación se enfrenta en este mundo en cambio?

            Lo primero, según los expertos, es que se entienda que la ayuda no es solo en beneficio de los países receptores. “Cuando nos preocupamos por los pobres es porque realmente estamos preocupados, pero además porque hacerlo es por nuestro propio interés”, según Simon Maxwell, investigador del Overseas Development Institute, quien además sostiene que, ante retos como el cambio climático o la gestión de los fenómenos migratorios, la ayuda es un instrumento clave para abordar problemas que tienen repercusiones directas también en los países donantes.

            En esa línea se ha movido en los últimos años el primer ministro británico, David Cameron, quien, a pesar de la oposición interna de miembros de su propio partido, se negó a cortar la ayuda al Desarrollo y, en los presupuestos para 2013, la elevó incluso hasta el 0,7%, considerándola una partida importante de sus políticas globales. A quien le recordaba la austeridad aprobada en casa, el líder conservador ha replicado que los pobres del mundo “no pueden esperar” a que los países ricos pongan sus finanzas en orden.

            Pero es un mensaje que es difícil de transmitir en épocas de crisis y más cuando recortar en ayuda no parece tener coste político. Y esto a pesar de que, al menos en España, el apoyo declarado por la ciudadanía a la Cooperación sigue siendo mayoritario. Según una reciente encuesta de Metroscopia, para el 81% de los españoles la ayuda a los países pobres es un deber moral y un 50% cree que se debería mantener sin cambios. “Una cosa es estar a favor del apoyo a los desfavorecidos y otra cosa es movilizarse. La lectura que hacemos desde las ONG es que estamos en un momento de restricción de los derechos de todos y esto está en un segundo escalón detrás de otros problemas más importantes para la población”, afirma Jaime Atienza. “Deberíamos recuperar el espíritu de la movilización de 1994 para promover el 0,7% -añade-. Pero no podemos pretender una movilización exclusiva o que esto esté en el mismo orden de prioridades”.

            “Se puede estar a favor si se plantea una pregunta general sobre la Cooperación. Pero si se habla de prioridades la respuesta no es la misma”, afirma Javier Hernández, subdirector general de Políticas de Desarrollo del Ministerio de Exteriores. “En España, la ciudadanía no tiene asumido el concepto de ayuda al Desarrollo como interés propio. No se entiende que la Cooperación es también en nuestro beneficio”, añade.

            Pero para Maxwell el asunto no es la falta de comprensión por parte de la ciudadanía. “En Reino Unido, decimos que el apoyo es ancho, pero no profundo. Pues hay tres cuestiones importantes. Una es el liderazgo: hacen falta líderes que puedan cambiar la narrativa. Luego, necesitamos apoyo público y que la narrativa sea optimista. Un problema sin soluciones no anima a nadie”, comentó. ¿No es el recorte de la ayuda en España una muestra de falta de liderazgo? Para Fernández “hay voluntad política del Gobierno” de recuperar la ayuda al Desarrollo. “Esperamos poder hacerlo a partir de 2015”, dijo.

            Para convencer de la necesidad de la ayuda hay también que mirar a cómo emplearla en el futuro de forma eficaz y reconocer los logros que se han conseguido. Así por ejemplo el hecho de que la pobreza absoluta se ha reducido en un 1% cada año desde los años noventa. Un dato que muestra los progresos hechos en el Desarrollo en tan solo una generación. Pero, lo conseguido no basta y hay tres vertientes en las que se tiene que trabajar. La primera es tener en cuenta que, con respecto a lo que pasaba hasta hace unos años, ahora hay una multiplicación de actores: además de la sociedad civil y de las ONG, que tienen un papel cada vez más importante, hay otros actores en la escena internacional, como China, Brasil, Turquía o México. Ya no están solo el norte de América o la Unión Europea. Además, la ayuda tiene que tener un poder catalizador, acelerar procesos virtuosos en los países receptores, como la mejora de sus sistemas de recaudación fiscal. Y, por último, está la inversión del sector privado. No se trata solo de invertir dinero sino de transferencia de tecnología, de conocimientos.

           
Pero si todos los expertos coinciden que el papel del sector privado será fundamental en el futuro, también reconocen que su papel puede ser complementario, pero que no podrá sustituir el de los Estados y de la sociedad civil de los países receptores.
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