Escudos

1. El sello, signo de validación, como antecedente del escudo

Anterior al escudo es el sello, empleado como signo de validación por los conventos y jerarquías de la Orden y que es utilizado desde los inicios, en el siglo XIII.

La presencia del crucifijo en el sello es privilegio exclusivo del Maestro General por disposición del Capítulo de Bolonia de 1240. Pero en general cada convento tenía su emblema. Durante el siglo XIV y principios del XV persiste la misma variedad en los sellos, adoptando cada monasterio el que mejor cuadraba con sus características. Estas representaciones eran signos de validación del documento respectivo y su empleo carece de valor heráldico propiamente dicho. Por eso, aún después de la aparición del stemma heráldico y de su generalización seguirán empleándose los sellos para garantizar la autenticidad de los documentos.

Con todo no puede negarse que históricamente existe afinidad y cierto parentesco entre ambos emblemas, hasta el punto que el segundo irá suplantando al primero, y una vez que se generalice quedará vinculada a él la función propia del sello. Así sucede en nuestros días, pues hoy en cualquier documento dominicano aparece como signo de validación uno de los emblemas heráldicos, el liliado o el mantelado.

 

2. El ejemplar más antiguo que se conoce del «stemma liliatum»

El ejemplar más antiguo de este escudo liliado, conocido actualmente, data de 1419-20 y figura  en la peana de una imagen de Santo Domingo, hermosa imagen de alabastro, que se encuentra en el museo del Monasterio de las MM. Dominicas de Caleruega, y que anteriormente estaba en la puerta de entrada a dicho Monasterio.

Parece ser que esta imagen fue mandada hacer por Fr. Luis de Valladolid, provincial de España por esos años, que asistió al Concilio de Constanza, viajó por Francia, Italia... y conocía la tradición de la Orden en cuanto al emblema heráldico de más amplia difusión. Por tanto la estatua da fe de que, en aquel momento, el escudo liliado tenía las preferencias en el instituto religioso.

 

3. Elementos esenciales del «liliatum»

Los elementos del escudo pueden reducirse a tres: la cruz flordelisada sobre campo de plata (blanco) y sable (negro).

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Escudo de la Orden de Predicadores

La cruz es el emblema por excelencia del cristiano y más del religioso. En alguna forma acompaña siempre a la figura de Santo Domingo y es también frecuente en los sellos de sus religiosos. La cruz es por tanto un elemento genérico de nuestro stemma, que es precisado por la adición del flordelisado, e incluso se añade otro elemento, el campo de plata (blanco) y sable (negro) representativo de los colores del hábito dominicano.

 

4. Vinculación de lirio y de la cruz flordelisada a la familia de Santo Domingo

Esta vinculación del lirio a la familia dominicana, derivándose de su Fundador, se robustece si recordamos que en las armas de la casa de Aza entraba también la cruz flordelisada: "una cruz roja con remates de flor de lis..." No es de extrañar, por tanto, que la flor de lis aparezca frecuentemente vinculada a nuestra Orden desde los orígenes.

Pero la cruz flordelisada podría resultar un elemento demasiado genérico: la emplean en un solo color los monjes del Cister y también los caballeros de Calatrava y de Alcántara. No es por tanto un emblema exclusivo de los Predicadores. Pero sí resultará distintivo si le añadimos la última diferencia: su carácter bicolor en blanco y negro.

El escudo mantelado, mantelatum o cappatum, nunca ha sido probado que fuese anterior y era demasiado simple, por lo que en tiempos posteriores se han añadido, a este escudo, otros dos emblemas vinculados tradicionalmente a la persona de Santo Domingo, la estrella y el cachorro con la tea encendida.

Si quisiéramos establecer comparación entre ambos escudos, el liliado y el mantelado, conviene tener presente que están concebidos en un plan del todo distinto. El único elemento común que hay entre ellos, el campo de plata (blanco) y sable (negro), en el liliado adopta forma perfectamente combinada con los dos nuevos factores, la cruz y las lises, ambos vinculados a la tradición de la Orden.

En algún momento, a fines del siglo XVIII, se han combinado ambos escudos o se han fundido en uno, pero el resultado es una representación barroca y recargada.

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Tomado de "El origen y desenvolvimiento del «stemma liliatum» en las provincias dominicanas  de España e Hispanoamérica", por Vicente Beltrán de Heredia, Archivum Fretrum Praedicatorum, XXXV, 1965, pp 67-84.