Dom
8
Jun
2014

Homilía Domingo de Pentecostés

Año litúrgico 2013 - 2014 - (Ciclo A)

Como el Padre me envió, así os envío yo...

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

I.- Los textos del domingo.

a.- San Lucas no ofrece una crónica de sucesos sino que nos induce a descubrir la revelación teológica del misterio de Pentecostés: Con la fuerza del Espíritu aparece un lenguaje nuevo donde para hablar de Dios no hay que usar idénticos vocablos sino participar en el mismo amor al prójimo, como mandato del Señor.

b.- San Pablo utiliza con plena validez el ejemplo del organismo humano: Multitud de órganos, cada cual con sus funciones se mantienen coordinados y subordinados por la vida que les inunda desde el origen, para cubrir las necesidades personales. Si falta el alma brota la descomposición y corrupción cadavérica. Así es también en el cuerpo místico de Cristo.

El mismo Espíritu, que reinó al comienzo... es quien instaurará en el mundo el perdón y la paz, con la mediación del mismo ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios. El Espíritu hace que todos formemos una unidad mayor y más fuerte aún que la expresada por las energías biológicas, con tal de que la libertad actúe correctamente. En cada uno, y en cada tiempo, se manifiesta el Espíritu para el bien común.

c.- San Juan recoge el saludo del resucitado por dos veces: En la primera reciben la confirmación de la experiencia pascual, y rompe la decepción y el miedo que les embargaba; en la segunda les envía con su fuerza a mostrar al mundo la salvación de Dios. No basta creer el hecho de la resurrección; es necesario experimentar su presencia novedosa, a través de la cual la comunidad cristiana encuentra en Cristo su centro y fuerza evangelizadora.

II. Una realidad viva.

a.- Personal. Tratemos ante todo de descubrir y vivir que la realidad de Pentecostés es algo de orden personal, individual, que cada cual tiene que incorporar ahora a su vida, desde su condición particular. Los primeros cristianos tuvieron serias dificultades para aceptar que lo que vivían era voluntad de Dios; se convencieron -por la fe- de la cercanía de Jesucristo resucitado, vivo y tan eficaz como la realidad física humana anterior.

b.- Imprescindible. El Espíritu Santo es una realidad tan importante en nuestra vida espiritual, que sin ella ni siquiera podemos decir: “Jesús es el Señor”. A su lado, con la misma confianza y serenidad, afirmaremos que la acción del Espíritu no puede faltarnos en ningún momento, porque tenemos como fundamento de nuestro propio ser al Dios-Espíritu, aunque con demasiada facilidad no seamos conscientes de ello: Es Dios que se da, para que podamos existir y persistir. “En Él vivimos, nos movemos y existimos”.

c.- Sobre-natural. La persona es el sujeto de la inhabitación Trinitaria, en cada uno de los cristianos. En ello consiste la filiación divina, de manera gratuita a través de la mediación del Hijo, Jesús el Cristo. Desde dentro, en nuestra propia esencia radica la sobrenaturaleza, y desde allí mueve las diferentes facultades para verificar sus propios actos de una manera ordenada y habitual. También a la fe pertenece la colaboración necesaria de la libertad humana para mantener el orden y la fidelidad a los planes divinos.

III. El Espíritu nos hace libres.

a.- Fuerza interior. El Espíritu tiene la misión de hacernos libres, superando cualquier tipo de esclavitud alienante. Es la energía para luchar contra las fuerzas disgregadoras del yo-humano: “demonios”, pecado, egoísmos, vanidades, miedos y tantos otros movimientos que oscurecen la razón llevándole a tomar como bueno aquello que no lo es. Dios actúa siembre desde dentro y en ningún caso violenta ni el ser ni la libertad humana.

b.- Fuerza unitiva. En Pentecostés las personas de diversa lengua, raza y nación, libres y esclavos fueron capaces de entenderse... Nosotros también lo seremos, en cuanto que hemos sido bautizados en el mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Cierto es que quedará a nuestro cargo descubrir sutilmente los campos de combate del desorden, para reforzar con la oración la fortaleza de nuestra fidelidad cotidiana.

c.- Fuerza evangelizadora. Dios-Amor presente en nosotros es la base de la unión con él y la fuerza expansiva para anunciarlo a los demás. No es un descubrimiento intelectual o meramente racional, sino afectivo, existencial, de unidad con Dios por amor gratuito. La fe es insuficiente desde lo cognitivo si no se acompaña de la adhesión voluntaria a sus contenidos transformantes de la vida. Hemos de fiarnos del Señor, y hacer lo que nos manda.

Tal experiencia nos ha de motivar a orar en todo tiempo para descubrir la alegría que encierra el hecho de compartir con los demás el tesoro escondido en nuestro corazón, y así celebrar el mandamiento del Señor: Amaos unos a otros como yo os he amado. Recibid el Espíritu Santo; perdonaos mutuamente. Paz a vosotros. Permaneced en mi amor.