Dom
5
Jul
2015

Homilía XIV Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2014 - 2015 - (Ciclo B)

Y se extrañó de su falta de fe

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

  • Nadie es profeta en su tierra

Jesús vuelve a Nazaret, a su pueblo natal, y allí, por segunda vez, los suyos lo ven con distancia y prevención. Poco antes, según nos narra el texto (3,21), de vuelta a casa y después de elegir a los doce, la gente acudió a él en tal número, que se formaban grandes aglomeraciones y no podían ni comer. Sus parientes, preocupados por el revuelo, habían ido a buscarlo porque creían que estaba fuera de sí. Ahora (6,3) sus vecinos y los que le conocen tampoco se fían de su sabiduría ni de los gestos que hace, porque les falta la fe para creer en él. Marcos, desde el comienzo, lo presenta como el hijo de Dios que libera al hombre, pero esta enseñanza salvífica opera en el ámbito de la fe, en cambio sus paisanos lo ven como “el carpintero, el hijo de María y el hermano de Santiago, Judas y Simón”, un hombre trabajador y nacido de gente conocida, alguien demasiado próximo como para encerrar algún misterio. Jesús queda bloqueado y sorprendido, precisamente, porque la fe estaba ausente: “Y se maravillaba de su falta de fe”. A los ojos de aquella gente, que son quienes mas saben de su vida, su conducta queda tan lejos de lo religiosamente admisible que sus gestos, a pesar de lo que evidencian (curación), no merecen credibilidad. Quizá por eso la desconfianza es mayor: “No desprecian a un profeta mas que en su tierra…”

  • La libertad del amor

Jesús, sorprende y escandaliza por su libertad, mostró comportamientos y actitudes demasiado osadas para aquella sociedad tan centrada en la normativa religiosa: interpretó las leyes con perspectiva humana y liberadora; por un lado, transgrediendo un mandato tan incuestionable como el del sábado y, por el otro, desautorizó el sentido de las normas que establecían lo puro y lo impuro orientándolo, mas bien, hacia el corazón y las intenciones de la persona, y todo ello sin ninguna autoridad reconocida para hacerlo. Su autoridad radicaba en la libertad para hacer la voluntad de Dios. Era libre para amar sin reservas a prostitutas, pobres y recaudadores. Comió y bebió las comidas impuras de los pobres y por ello fue acusado de comilón y de borracho. No se sentía atado a nada ni a nadie que obstaculizase el plan de Dios: ni a su vida ni al éxito de su misión. Su libertad no tenía límites porque tampoco la tenía su confianza en el Padre. La base de todo era, precisamente, esta confianza y, fue desde ella, como Jesús nos mostró el camino para ser audaces y abiertos, para aventurar nuevas formas que hicieran siempre posible ese desplazamiento que ponía el centro de la experiencia religiosa, antes que nada, en la cercanía de Dios-Padre y en esa atención especial al sufrimiento y el dolor de las personas, a sus carencias básicas y a su necesidad y deseo de ser curadas.

  • Confiar en Jesús

Jesús nos invita a participar en la Obra de Dios como lo hizo él, pero para ello tenemos que aprender a ser libres y sencillos. Cuando nos abrimos a esta forma de cooperar en la obra de la creación y nos dejamos penetrar por el Espíritu de Jesús, entonces descubrimos la acción de Dios en nosotros y comprendemos que no es nuestra obra la que llevamos a cabo sino que facilitamos la acción de Dios en la vida. Si somos capaces de escuchar a Dios de esta forma, habremos comenzado a experimentar la confianza en Jesús y a sentir la libertad radical que solo Dios puede dar. Aprender a dejar de ocuparnos solo de nuestras cosas dejándonos de motivar solo por nuestro ego, es abrirse a la transformación personal, a una forma de motivación que es obra de Dios.

El Evangelio de hoy nos invita a reflexionar en esa permanente paradoja: el camino que nos abre a Jesús, es la Verdad de la vida, es un camino que nos lleva a esa libertad radical que nos permite asumir creativamente la responsabilidad de seguir haciendo un mundo para todos, apostar por otro modelo de vida. En cambio, la mayoría de las personas nos encontramos todavía lejos de esa realidad. Pero, ciertamente, no hay que abandonar por ello, no podemos olvidar que hay que seguir dando de comer a quienes lo necesitan, hay que seguir empeñándose en reducir las desigualdades y eliminar la pobreza, hay que seguir intentando que las políticas sean menos indiferentes a las diferencias de genero, más respetuosas con el cuidado de la casa común, como nos recordaba el Papa Francisco en su última Carta, más exigentes con la coherencia entre los Derechos humanos y la distribución de recursos económicos básicos que permitan crear expectativas para tanta inmigración tan inhumana y para tantos proyectos de mejora de la vida, ignorados y relegados al olvido.

Confiar en Jesús es luchar contra el egoísmo, el propio y el institucional, y aprender a desarrollar un sentido de paciente insistencia en continuar la Obra de Dios. Es una tarea lenta y que, en ocasiones, pensamos imposible, pero, finalmente, es una vía segura y esperanzada para conquistar la libertad interior que la fe puede proporcionar.