Dom
3
Ago
2014

Homilía XVIII Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2013 - 2014 - (Ciclo A)

Sellaré con vosotros alianza perpetua

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

  • Autonomía, individualismo y solidaridad.

Dicen que las situaciones límite, aquellas que nos ponen a prueba, pueden sacar de nosotros actitudes también límite: lo mejor y lo peor que llevamos dentro. La crisis económica ha puesto en situación de necesidad a muchas personas. Ante esto, se ha despertado la solidaridad de muchos que buscan ayudar como pueden a que el sufrimiento de los que peor lo están pasando disminuya. También, ante esto, resultan más censurables las actitudes egoístas de quienes prefieren seguir viviendo como si nada pasara respirando aliviados porque las dificultades a ellos no les han alcanzado.

En ocasiones somos víctimas de la huella que ha dejado en nosotros el sesgo individualista de la Modernidad. Olvidamos que la sana y necesaria autonomía personal es algo que sólo podemos alcanzar gracias a la familia y la sociedad. Aquellos con quienes convivimos son los que nos ayudaron a desarrollar nuestras alas y nos enseñaron a volar. Pero muchas veces, una vez alzado el vuelo, llegamos a pensar que todo el mérito es nuestro. Y acusamos al que no despega de débil o cobarde, de ser el único responsable de su fracaso.

La autonomía personal se convierte en individualismo cuando se la idolatra. Pero cuando se vive desde la gratitud (reconociendo la solidaridad que uno ha recibido) y la generosidad (siendo sujeto activo de solidaridad hacia los demás), humaniza.

El ejercicio de una sincera solidaridad es el antídoto perfecto a la inercia de la vanidad. Jesús les pide a sus discípulos que no pierdan la oportunidad de experimentarlo. Los discípulos, ciertamente, no se están comportando de manera puramente egoísta. No se desentienden de aquellas gentes, pues quieren evitar que se queden sin comer. Pero Jesús les pide más: buscad todos juntos una solución al problema, en lugar de cada uno por su cuenta desentendiéndose del que tenéis al lado.

  • Significado profético.

Pero el relato de la multiplicación de los panes y los peces, siendo una lección de moral, humanidad y solidaridad, es mucho más. Tiene un claro sentido religioso que en el contexto judío de la época se adivina con facilidad.

El relato de la multiplicación de los panes y los peces lo encontramos en los cuatro evangelios. En Marcos y Mateo se nos habla de dos multiplicaciones. Esta primera que nos narra Mateo aparece (como en los otros dos evangelios sinópticos) próxima a la ejecución de Juan Bautista, el último profeta del AT. Este es el marco (los profetas del AT) donde se sitúa la escena.

Jesús no es el primero que da de comer a una multitud hambrienta con tan pocos recursos. El profeta Eliseo lo había hecho antes que él, tal y como se nos cuenta en 2 Re 4, 42-44. El gesto de Jesús evoca el tiempo de los profetas, el tiempo en el que Dios de la Misericordia se hacía presente en medio de su pueblo a través de aquellos “hombres de Dios”. Y a la vez lo supera: mientras que Eliseo dio de comer a cien, Jesús a cinco mil, la primera vez, y a cuatro mil, la segunda, y también sobró comida.

  • Significado mesiánico.

El eco mesiánico también es claro. Hemos escuchado una profecía de Isaías (profeta muy presente en la predicación de Jesús) que nos habla de los tiempos mesiánicos, de lo que sucederá cuando llegue el día de la esperada y definitiva liberación. Se trata de la parte final del denominado Deuteroisaías. El profeta llama a la esperanza en la época del destierro en Babilonia, cuando el pueblo judío vive exiliado y la fe de muchos comienza a flaquear.

La abundancia del alimento será un signo de ese nuevo tiempo, y la novedad que se realiza: la alianza perpetua prometida al rey David. Por eso el alimento no será sólo material -puesto que no sólo de pan vive el hombre (Dt 8, 3)- sino también espiritual. La alianza perpetua es vida en plenitud que se nos da al acoger la Palabra de Dios: Cristo.

“Escuchadme”, repite hasta en tres ocasiones la profecía, “y viviréis”. Y una advertencia: no busquéis saciaros en lo que no alimenta. La alianza perpetua, inquebrantable, es precisamente de la que nos habla Pablo en su Carta a los Romanos: nada podrá “apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro.”

  • Significado eucarístico.

Jesús acoge y alimenta a los que han ido en su búsqueda. En su compañía toda necesidad, material y espiritual, queda saciada. No por arte de magia, sino con la mediación de la libre acogida de su invitación a ocuparnos los unos de los otros, con la mediación de una vida en comunidad, en solidaridad. Jesús nos pide cooperación en su misión.

Estos son aspectos fundamentales del significado de la eucaristía que debemos tener presente en su celebración. La última cena es el referente principal de la eucaristía, pero no el único. La última cena es la síntesis simbólica de la instauración del Reino de Dios que a través de su vida realiza Cristo. La multiplicación de los panes y los peces, como las comidas con pecadores y las comidas de Jesús resucitado, nos ayudan a entender con mayor profundidad el gesto que Jesús nos dejó en la última cena.

No debemos pensar que celebrar la eucaristía es reproducir aquella cena. En ella Jesús instituyó el gesto por medio del cual celebramos su entrega y su resurrección. Celebrar la eucaristía es celebrar este Misterio a través de ese gesto.