Jue
25
Dic
2014

Homilía Natividad del Señor

Dichosos son sobre los montes los pies del mensajero

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

Como consecuencia del anuncio hecho a los pastores, proclamado en el Evangelio de Lucas y las respuesta de estos, en el texto evangélico propuesto para la celebración de la aurora, nos encontramos, de la mano de Juan, con la respuesta que clarifica el sentido del anuncio hecho: os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor. Y para ello se toma el Prólogo del evangelio de Juan y allí se centra la atención de lo esencial del mensaje trasmitido a los pastores, a los pobres, a los últimos, a los que no significan nada.

1/ El profeta Isaías en medio de una crítica situación lanza un mensaje lleno de gozo y esperanza: “Dichosos son sobre los montes los pies del mensajero”. Lo que anuncia ese mensajero es la respuesta a la situación. Frente a la destrucción se anuncia la bondad y la salvación para todos. También para nuestro momento histórico el anuncio tiene sentido, porque se trata de la obra de Dios que hoy sigue realizándose. De ahí, que el profeta diga: romped a cantar a coro, ruinas de Jerusalén. Cantan porque su situación cambia radicalmente. Lo destruido se alza de nuevo, pleno de hermosura. Y eso que se alza no es sino la Comunidad humana renovada.

2/ De muchos modos, en diferentes circunstancias, Dios ha hablado a la gente por medio de los profetas. La imagen de un Dios interesado y comprometido con el dolor y la angustia de los pueblos. Por eso les habla. Y ahora, en la plenitud de los tiempos, lo hace de forma clara y definitiva, por medio de su Hijo. Nos ha dicho todo sin reservarse nada. Se ha dicho El mismo, como Palabra llena de Vida y comunicadora de plenitud de vida a todos. Y ha querido asociarnos a esa tarea. Cada bautizado es portador de buenas noticias para los que están cerca o lejos. Hoy somos nosotros los que tenemos que ser la voz mediante la cual la Palabra llega como salvación a toda la gente.

3/ Juan tiene presente y nos lo hace ver hoy, que éste que ha sido anunciado, la Gracia que ha aparecido en la tierra, es el mismo Hijo eterno del Padre. Imagen de Dios. El único que puede llevarnos al encuentro con el Padre. Ya no tenemos que imaginarnos a Dios. En la Persona del Hijo de Dios hecho carne, podemos sentir la cercanía de Dios, más aún, descubrir y palpar su solidaridad con cada persona. Por eso no hay lugar para imaginar a Dios, porque El se ha manifestado para ser la Vida que alumbra a todo hombre que viene a este mundo. Todo ha sido hecho por El y para El, de modo que encontramos la respuesta última a nuestra existencia en Jesús. Su vida ilumina la andadura de cada persona, cuando acoge su palabra, cuando lo acoge a El mismo.

No es un Dios alejado de la realidad humana, sino que su cercanía significa y realiza una verdadera y plena comunión: nos da su vida y toma la nuestra. Pero no se realiza esta comunión en forma automática, sin que medie nuestra voluntad. Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron, pero a los que le recibieron les dio la capacidad de hacerse hijos de Dios, porque no nacen ni del deseo, ni la determinación humana, sino de la Voluntad de Dios que quiere que todos estén participando de su misma Vida y felicidad. Así podemos felicitarnos al sentirnos agraciados y poder compartir dicha felicidad con los demás. De este modo, unidos a Jesucristo llevaremos la luz de la vida a toda persona que se relacione con nosotros.