Sáb
19
Abr
2014

Homilía Vigilia Pascual

Año litúrgico 2013 - 2014 - (Ciclo A)

Este es el día en que actuó el Señor: Sea nuestra alegría y nuestro gozo

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

  • ¡Cristo ha resucitado! Verdaderamente ha resucitado!

El verbo consolar en hebreo tiene un sentido mucho más fuerte que en castellano; expresa, más que dar ánimo a alguien abatido, la acción eficaz de conseguir que desaparezcan los motivos de su abatimiento. La Pascua de Jesús es acción eficaz que ha vencido a lo que nos mantenía tristes o abatidos. La muerte y el pecado han sido vencidos. Venció el león de Judá. Y aunque todavía lo vivamos en precario, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva. Somos ya ciudadanos del cielo y nuestro futuro está en Dios. La vida cotidiana con sus tensiones continúa donde la dejábamos el jueves, pero nosotros no somos los mismos. No podemos seguir siendo los mismos porque esta noche renacemos a la fe, confirmamos la esperanza, nos comprometemos con la caridad. En mayo, julio o enero esta fortaleza no debe decaer ni flaquear. Cristo es el Señor del tiempo y en el, cada día es una Pascua, con Jesús cada día estamos pasando de la muerte a la vida. El Espíritu consolador es derramado en todas las almas que lo esperan. El “via crucis” del viernes, prolongado en el camino de tantos abatidos de nuestros días, es ahora también el “via lucis” el camino de la luz hacia la vida.

Esta noche podemos recorrer con Jesús resucitado los lugares de su pasión y muerte y lo mismo que las mujeres, aquellas que permanecieron con él al pie de la cruz, escucharon del ángel “Mirad el sitio donde lo pusieron…no está aquí”, escuchamos a Jesús decir en cada uno de esos lugares: “Aquí en Getsemaní dije sí al Padre”; “Aquí me dejé atar y detener por tus pecados”, “Aquí me coronaron rey con espinas”, “Aquí extendí mis manos para ser crucificado por amor a ti”. Reconozcamos al crucificado en el Resucitado dándole gracias por todo lo que hizo, hace y hará por nosotros.

Continuemos ese “via lucis” desde el momento en que termine nuestra celebración, salgamos con la Iglesia a recorrer los lugares donde vivimos la alegría pascual, el amor fraterno, las bienaventuranzas y el martirio; donde los pobres sean atendidos, los enfermos visitados y confortados; donde se construya resistencia y creatividad frente a las crisis. Vamos con la Iglesia llevando el cielo a la tierra de los vivos. ¿Quién quiere seguir a María Magdalena predicando la buena noticia de que Jesús vive y que “lo has visto”. ¿Quién será Tomás, invitado a tocar las heridas del Resucitado y reconocerlas en tantos hermanos heridos de hoy? Regresamos al camino de la vida cotidiana como los dos de Emaús, con el corazón ardiente y la fe recuperada, sabiendo que Cristo nos espera partiendo el pan de la eucaristía en esta parroquia. Cuando pasemos cerca del cementerio ¿haremos como las mujeres que fueron al sepulcro con perfumes, capaces de ver más allá de una tumba vacía y diremos: “¡Está vivo!” ¡están vivos con El!?

Aparentemente nada ha cambiado, pero todo es nuevo, todo está lleno de su fuerza vital de su vida deificadora. Seguimos al Maestro y cargaremos las cruces de cada día, pero tenemos la certeza de que El está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo, en Pascua, su amor encendido nos mantiene en ascuas. Que el tiempo y la rutina no apeguen ese fuego. Cuando llegue mayo entre la cruz alzada por las calles y el fuego en la noche recuerden esta noche y digan como los de Emaús: ¿”No ardía nuestro corazón?” cada día, cada noche… apoyados en Dios, ¡atrévanse a tocar el cielo! Cristo ha descendido para vencer y resucitado nos lleva con El. El cielo y la tierra ya se han desposado para siempre.