Dom
16
Oct
2016

Homilía XXIX Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2015 - 2016 - (Ciclo C)

Hazme justicia frente a mi adversario

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

En el mundo hebreo existe una figura que representa a la divinidad. Se trata de la Sabiduría. Su presencia es poderosa, creativa e influye en la realidad cotidiana. Cuando irrumpe transforma situaciones y genera posibilidades donde lo humano florece. Sin embargo, la presencia de la Sabiduría es esquiva y no siempre incuestionable. Seguirla, rozarla se propone como una tarea que depende de nuestro deseo. Esta imagen queda asociada con la divinidad misma: con su presencia desnuda la realidad que nos rodea y sondea nuestro interior. Surge en los inicios del tiempo, habitando lo creado y tejiendo espacios de Gracia. Este imaginario hebreo fue heredado por el pensamiento cristiano y su presencia se cuela sutilmente también entre las lecturas de este domingo.

Cada personaje y situación mostrada en las lecturas resuenan en nuestra historia personal y comunitaria. Algunos son muy conocidos, como Moisés o Josué, pero otros se presentan anónimos. De estos últimos recogemos no sus nombres, sino su intimidad. Así el Salmo recita la inquietud de alguien que busca ser consolada, que anhela ser rescatada. Similares son también las peticiones de aquellos otros que piden al Maestro indicaciones sobre cómo orar, o bien los consejos que muestra la 2 Carta de Timoteo.

  • “Mañana yo estaré en pie en la cima del monte”

En el escenario de una batalla, la primera lectura muestra cómo los israelitas orientaban sus esperanzas. Moisés frente a la violencia decide responder del mismo modo. Él permanecerá junto con Aarón y Jur mientras Josué atacará a los de Amalec. Además de las luchas, defensas y asedios parece que se necesita algo más que la violencia y estrategia humana. El pueblo de Israel ha de saber en quién ha puesto su confianza. Parece que la clave está en orientar sus decisiones. El libro del Éxodo señala al grupo como mediadores de lo divino y estos representan también las intenciones y deseos del resto del pueblo. En comunidad se sitúan “en la cima del monte” y erguidos muestran la presencia de Dios en medio de ellos. Hacia lo alto y “con el bastón en la mano” apuntan a lo divino para sostener sus esperanzas de supervivencia.

A pesar de lo violento de la escena en la que Josué “pasa a filo de espada” a la tropa de Amalec vemos que se trata de una tarea realizada a partir de las esperanzas compartidas por muchos. Tanto entonces como ahora la fe y la confianza comunitaria pasan por orientar las esperanzas hacia aquello que merece la pena.

  • “El auxilio me viene del Señor”

Tenemos experiencia en comprobar que tanto nuestra vida de fe como las creencias sostenidas comunitariamente se ven a menudo debilitadas. Son muchas las dudas, las preguntas, los olvidos o las confianzas desplazadas que buscan “otras” verdades. Atravesamos situaciones vitales en las que ofertas de última hora, llamativas propuestas o tareas pendientes se proponen como débiles luces que calman algunos de nuestros anhelos. Con el paso del tiempo es posible que acumulemos ciertas oscuridades y desencantos.

La lectura del Salmo pone en cuestión el sentido que damos a nuestra orientación vital y plantea la pregunta “de dónde me vendrá el auxilio”. Al mismo tiempo señala qué podrá calmar esa angustia. El origen de las respuestas del Salmo apunta a alguien que ha creado, que cuida, que guarda siempre y que incluso protege nuestra sombra. En alguien así nuestras dudas, auxilios y desgastes pueden quedar depositados. Algo similar debió experimentar Teresa de Jesús cuando afirmó: “Solo Dios Basta”.

  • “Permanece en lo que has aprendido y se te ha confiado”

Las palabras de Pablo en su carta a Timoteo plantea de nuevo una situación similar: qué nos es posible creer, en quién confiar, qué calmará nuestra sed. Las respuestas no son evidentes y hay que echar mano de nuestra historia. Es necesario volver a buscar qué nos atrajo, qué provocó la ilusión o encendió el deseo. Buscar es recordar y fiarse. La fe parece tener ese movimiento que nos lleva a tener presente el pasado, pero a la vez nos impulsa a desear lo que no parece posible. Pablo recomienda que permanezcamos y revisemos nuestras confianzas. La propuesta no pretende solo fortalecer y apuntalar nuestra propia fe comunitaria o personal. El fin es la predicación. La fe no consiste en nuestra propia mejora, sino en la irradiación de su Sabiduría.

Así, junto con la viuda, podremos insistir a tiempo y a destiempo. No solo para conseguir que otras personas escuchen la Palabra, sino para que su eficacia pueda transformar la realidad. Anhelamos un mundo más justo. Como familia predicadora deseamos acompañar situaciones como la de las viudas, las desprotegidas, las violentadas, o de las persona refugiadas. Para ello, es necesario mantener la “insistencia” de la viuda en buscar las causas, las raíces que provocan la injusticia y “fastidiar” a aquellas situaciones que refuerzan el sistema neoliberal.