Sáb
15
Ago
2015

Homilía La Asunción de la Virgen María

Año litúrgico 2014 - 2015 - (Ciclo B)

¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

  • La humanidad en la historia de la salvación

En las Sagradas Escrituras el hombre aparece como un ser “inacabado”, en marcha continua y movido por un ansia insaciable de progreso y de realización de sí mismo. Es un “ser” lanzado al infinito desde el momento de nacer. Busca la verdad de sí mismo y del mundo que le rodea. Trata de mejorar su situación sobre la tierra, secundado la misión que, según el libro del Génesis, le encomendó Dios después de crearlo: “Creced y multiplicaos, dominad la tierra y cuanto hay en ella” (Gn 1,28). El hombre es un “ser” en camino, un “caminante” que se dirige hacia un destino desconocido, pero que intuye le hará feliz y le llenará sus ansias de perfección.

Pero ese “caminante”, según las mismas Sagradas Escrituras, no camina solo, le acompaña Dios durante los años de su vida. ¿Para vigilarlo?... No precisamente. Le acompaña como Padre, como Guía, como Roca, Bastón y Cayado en el que pueda apoyarse, como Amigo y Compañero de viaje, como “Salvador” y “Fuerza” que le permite vencer las contrariedades y los enemigos que surgen por doquier. Por eso, la “historia humana” es al mismo tiempo “historia de salvación”, realizada conjuntamente por Dios y el hombre.

Desde esta perspectiva, la historia de la Virgen María, hasta el momento de su Asunción, está inscrita en los planes universales de salvación tal como los presenta la revelación cristiana. El mensaje fundamental que este misterio mariano transmite al universo humano podríamos formularlos así:

  1. las promesas de salvación dirigidas por Dios a los hombres se cumplen siempre a pesar de los infortunios y desastres que a veces se producen en la historia humana;
  2. el destino final de todos los hombres y mujeres nacidos por la acción de Dios es la plena realización de sí mismos en una etapa de vida posterior a la muerte corporal que experimentamos;
  3. la Asunción de María es la proclamación solemne de que la Virgen María secundó fielmente en su vida los planes diseñados por la voluntad de Dios;
  4. esta obediencia a Dios es el camino seguro para alcanzar la “plenitud de la vida”, pues “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” .

 

  • Reflexiones sobre la "vida" y la "muerte"

Pudiera parecer que la Fiesta de la Asunción no es el día más apropiado para hablar de la “muerte”. Personalmente pienso lo contrario porque este misterio, de forma similar al de la Resurrección de Cristo, proyectan sobre el tema de la muerte la luz propia con que Dios nos habla sobre ella en la Sagradas Escrituras.

  1. La Asunción no es un simple “consuelo” para la humanidad. Cuando se muere un ser querido, solemos acercarnos a sus familiares y amigos con palabras de “consuelo” por la pérdida que han sufrido. “Consolar al triste” es una de las encarecidas “obras de misericordia”. Expresa un sentimiento de compasión por el dolor que otra persona está experimentando. El “consuelo” transmite “cercanía”, “amistad”, “afecto”…, poco o nada más.

    Y aquí viene la pregunta: ¿La proclamación de la Asunción de la Virgen María a los cielos, después de su muerte, es un simple “pésame de consuelo” por la pérdida que supone para la Humanidad?... Esta visión del misterio me parece bastante pobre y empobrecedora del mismo.
     
  2. La Asunción tampoco es un calmante de “resignación”. Cuando nos mostramos empeñados en conseguir algo que supone un gran esfuerzo y no se logra el objetivo, solemos recurrir a la “resignación”: “otra vez será” le decimos al perdedor, “hay que aceptar las cosas como vienen”, “a la próxima será la vencida”… Y si el contratiempo o revés de la vida lo provoca la muerte de algún allegado, de nuevo el recurso a la “resignación” suele abundar en nuestras conversaciones.

    Pero reconoceremos que la “resignación” no resuelve casi nada. Lo que en estas situaciones normalmente se requiere para seguir adelante en la empresa comenzada, superando las dificultades y estorbos que se presenten, lo que normalmente se requiere es un estímulo fuerte positivo y directo capaz de despertar en el sujeto afectado “optimismo”, una “visión positiva” del asunto, y una fuerza interior suficiente para entrever que la empresa perseguida está a nuestro alcance.

    Esta energía positiva es la que puede infundir en el corazón de un creyente auténtico la meditación del misterio de la Asunción de María a los cielos. Pocas personas, como la Virgen María, han sido capaces de afrontar las barreras y dificultades que se le plantearon para desempeñar bien su función de Madre del Hijo de Dios y Salvador de los hombres. La firmeza de su fe en el auxilio y protección del Padre de los Cielos le dio fuerza y valor para cumplir su tarea sin caer en la tentación de una “resignación” fácil y pasajera. Por eso decimos que la celebración del misterio de la Asunción de María ha de significar en nuestra vida algo más que el efecto de un calmante, llamado “resignación”, que me obliga a aceptar las cosas como vienen ejercitando la virtud del mínimo esfuerzo.
     
  3. La Asunción de María como triunfo de la “naturaleza” y de la “gracia”. Las tres lecturas de la Misa de hoy apuntan en este sentido. El texto de la 1ª Lectura está tomado del libro del Apocalipsis (11,19). Según la más antigua tradición cristiana, la Mujer vestida de sol, con la luna a sus pies y coronada de doce estrellas, y que dio a luz a un varón, en medio de los espasmos del parto, representa a María y a la Iglesia. Una y otra se presentan resplandecientes a los ojos del creyente en virtud de los dones y gracias que Dios les ha dispensado.

    La 2ª lectura pertenece a la primera carta de Pablo a los Corintios (15,20). El apóstol está hablando del valor y consecuencias de la muerte y resurrección de Cristo. Su lógica es la siguiente. Si Cristo murió, también su Madre y todos nosotros hemos de pasar por la muerte. Y si Cristo, después de muerto y resucitado, fue glorificado junto a su Padre, también María y todos los cristianos estamos llamados a ser glorificados juntamente con Él, para que se manifieste ante el mundo el triunfo definitivo del Mesías sobre el pecado y la muerte.

    El texto del Evangelio, tomado de san Lucas (1,39), es el cántico que María dirigió a Dios tras el saludo de su prima Isabel. El evangelista pone en labios de la Virgen un canto de gratitud y de alabanza por la grandeza y bondad del poder divino, que dispersa y derriba a los soberbios y poderosos, y levanta y enaltece a los humildes, a los sencillos y a los pobres, realizando en ellos grandes maravillas y portentos. Es el texto del “Magnificat” universalmente reconocido bajo este nombre.

    Este cántico posee en la fiesta de hoy un significado muy especial. Es la confirmación y el reconocimiento público de que lo prometido por Dios a María en la Anunciación, y que ella aceptó generosamente por simple fe, se ha cumplido plenamente. Siendo una humilde joven israelita, fue ensalzada a la misión de “Madre del Hijo de Dios”. Su maternidad, gran misterio para las investigaciones humanas, es glorificada hoy ante el universo entero como llena de gracia y de santidad. Y ella, la primera y más humilde discípula de Jesús, la primera cristiana, hoy la vemos coronada de gloria y disfrutando de los bienes del Reino anunciado por su Hijo.