Dom
15
Feb
2015

Homilía VI Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2014 - 2015 - (Ciclo B)

Seguid mi ejemplo, como yo sigo el de Cristo

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

  • “Vivirá solo y tendrá su morada fuera del campamento"

El seguimiento a veces, muchas, implica afrontar vivencias y situaciones que nos resultan complicadas de entender y, mucho más aún, de explicar. ¿Cómo explicar esta lectura del Levítico, y sobre todo, la realidad a la que se refiere, a un no creyente, o incluso, a un creyente de nuestros días? ¿Cómo va a querer Dios, ese Dios al que llamamos compasivo y misericordioso, que un ser humano viva en los márgenes de todo por padecer una simple enfermedad?

Efectivamente, los textos no son tan simples, y es mejor abordarlos desde los contextos en los que fueron elaborados y haciendo un esfuerzo por ponernos en el lugar de quienes los escribieron, intentando conocer su comprensión del mundo y, sobre todo, quitando responsabilidades adheridas al Padre-Madre Dios que, efectivamente, es compasivo y misericordioso y muchas cosas más que nuestra mente es incapaz de comprender y nuestra boca, poco experta para decir. Seguro que la explicación bíblica de este mismo domingo, a cargo de fray Gerardo o fray Miguel profundizan mucho más en esto, así que dejamos a los sabios que hablen.

La enfermedad en Israel era un castigo divino fruto de un pecado anterior -del enfermo o de sus antepasados- y, al mismo tiempo, causa de impureza para quienes le rodeaban. Por eso, las personas aquejadas de lepra debían vivir alejadas de las demás. Aunque ahora no podríamos entender que una situación así se produjera, no es tan extraña: millones de personas están en las afueras, en los márgenes, en el extrarradio de las ciudades, y hasta del mundo, por tener una piel diferente, por haber llegado de un lugar distinto, amar o mostrarse de otra manera.

Así que no estaría mal que pudiéramos traer a la memoria -la de la cabeza y la del corazón, si es que fueran distintas- a esas personas que todavía en nuestro siglo XXI son enviadas a vivir “fuera del campamento” porque no tienen, no saben o no son. Y si de la memoria y del corazón, pasan a nuestras manos y a nuestros pies, es decir, si nos movemos y hacemos algo por cambiar esas situaciones, pues tanto mejor.

  • “Cuando comáis o bebáis o hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para gloria de Dios”

Y así nos daremos cuenta de lo que Pablo decía a sus queridos Corintios. No tendremos que hacer cosas muy extraordinarias para agradarle. No será menester morir, hacer grandes sacrificios o exponerse ante las multitudes... “Comáis o bebáis o hagáis cualquier otra cosa”, yendo y viniendo, trabajando y en casa; barriendo y fregando, pintando, componiendo, escribiendo o bajando a la mina, por seguir con Asturias, qué sé yo, lo importantes es en nombre de quién lo hacemos. Y si es en nombre del dios de la Misericordia, del que nos anunció su Palabra viviente entre nosotros/as, entonces, no nos queda más remedio que hacerlo siguiendo sus pasos, poniendo nuestros zapatos en sus huellas e intentando hacerlo como Él lo hizo.
¿Y eso, cómo fue?

  • “Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Quiero: queda limpio"

¿Veis? Como ya anunciábamos al inicio, los textos son tan elocuentes que nos queda poco que añadir. Pues “enseñando y haciendo el bien”. Y poco más.

Solo un detalle más que nos ha llamado la atención de los textos en torno a la diferencia entre “estar fuera” y “estar dentro”. Dice el texto de Marcos que, después de curar al enfermo: “Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en descampado”. La curación del leproso, hacer el bien y curar a los enfermos, deja a Jesús en la misma situación del leproso del Levítico. Se pone, o más bien lo ponen, en la realidad del ser humano al que ha devuelto la salud y sobre todo, la libertad.

Será esto mismo lo que en unas semanas, cuando alcancemos la Pascua, veamos que le ocurre al final de sus días: el ponerse del lado de las personas, especialmente de las que sufren, le acarrea una cruz, un martirio y la muerte. Entonces estará “fuera” también. Pero ese ponerse al servicio, esa entrega, ese dar la vida le harán estar definitivamente dentro: del corazón del Padre, de su reinado, de nuestras vidas. Y ahí es donde quiere estar.