Homilía XVI Domingo del tiempo ordinario

Introducción

Después de una gran experiencia, hemos solido tener en nuestro interior el deseo de compartir con los nuestros las vivencias de nuestro corazón, los sentimientos surgidos, las ideas comunicadas, las tensiones y reacciones sentidas…, todo lo vivido, quizás como los niños que tras una excursión colegial vuelven a sus casas contando mil historias.

Pero en este caso la experiencia es la de los discípulos con el Maestro después de volver de una correría apostólica, de la cual, volverían cansados pero llenos de alegría sabiendo que habían sido enviados por Él.

Por eso les quiere “llevar aparte, a un lugar tranquilo…”, donde pudiesen descansar y, a la vez, escuchar y compartir esas experiencias de la primera salida misionera.

Los apóstoles, aclara el evangelio, le contaron todo a Jesús, se desahogaron totalmente con Él, y le referirían sus aspiraciones y sus dudas, sus fracasos e inquietudes, vaciando su alma en la del Maestro, todo en confianza y en verdad…
Y eso, también es hacer oración, que es hablar con un amigo que sabemos que nos ama y escucha, que decía Santa Teresa de Jesús.