Mié
3
Feb
2016
Jesús se extrañó de su falta de fe

Primera lectura

Lectura del segundo libro de Samuel 24, 2. 9-17

En aquellos días, el rey David mandó a Joab, jefe del ejército, que estaba a su lado:
«Recorre todas las tribus de Israel, desde Dan a Berseba, y haz el censo del pueblo, para que sepa su número».

Joab entregó al rey el número del censo del pueblo: Israel contaba con ochocientos mil guerreros, que podían empuñar la espada y Judá con quinientos mil hombres.

Pero después, David sintió remordimiento por haber hecho el censo del pueblo. Y dijo al Señor:
«He pecado gravemente por lo que he hecho. Ahora, Señor, perdona la falta de tu siervo, que ha obrado tan neciamente».

Al levantarse David por la mañana, el profeta Gad, vidente de David, recibió esta palabra del Señor:
«Ve y di a David: así dice el Señor. “Tres cosas te propongo. Elige una de ellas y la realizare ».

Gad fue a ver a David y le notificó:
«¿Prefieres que vengan siete años de hambre en tu país, o que tengas que huir durante tres meses ante tus enemigos, los cuales te perseguirán, o que haya tres días de peste en tu país? Ahora, reflexiona y decide qué he de responder al que me ha enviado».

David respondió a Gad:
«¡Estoy en un gran apuro! Pero pongámonos en manos del Señor, cuya misericordia es enorme, y no en manos de los hombres».

Y David escogió la peste. Eran los días de la recolección del trigo. El Señor mandó la peste a Israel desde la mañana hasta el plazo fijado.

Murieron setenta Y siete mil hombres del pueblo desde Dan hasta Berseba.

El ángel del Señor extendió su mano contra Jerusalén para asolarla. Pero el Señor se arrepintió del castigo y ordenó al ángel que asolaba al pueblo:
«¡Basta! Retira ya tu mano».

El ángel del Señor se encontraba junto a la era de Arauná, el jebuseo. Al ver al ángel golpeando al pueblo, David suplicó al Señor:
«Soy yo el que ha pecado y el que ha obrado mal. Pero ellos, las ovejas, ¿qué han hecho? Por favor, carga tu mano contra mí y contra la casa de mi padre».

Salmo de hoy

Salmo 31, 1b-2. 5. 6. 7 R/. Perdona, Señor, mi culpa y mi pecado

Dichoso el que está absuelto de su culpa,
a quien le han sepultado su pecado;
dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito.
y en cuyo espíritu no hay engaño. R/.

Había pecado, lo reconocí,
no te encubrí mi delito;
propuse: «Confesaré al Señor mi culpa»,
y tú perdonaste mi culpa y mi pecado. R/.

Por eso, que todo fiel te suplique
en el momento de la desgracia:
la crecida de las aguas caudalosas
no lo alcanzará. R/.

Tú eres mi refugio,
me libras del peligro,
me rodeas de cantos de liberación. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Marcos 6, 1-6

En aquel tiempo, Jesús se dirigió a su ciudad y lo seguían sus discípulos.

Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada:
«¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada? ¿Y esos milagros que realizan sus manos? ¿No es este el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?».

Y se escandalizaban a cuenta de él.

Les decía:
«No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa».

No pudo hacer allí ningún milagro, solo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se admiraba de su falta de fe.

Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.

Reflexión del Evangelio de hoy

  •  “Y se extrañó de su falta de fe”

Jesús fue a su tierra, a Nazaret, a los suyos, cuyas casas, presumiblemente, había visitado, y cuyos enseres lo normal sería que hubiera reparado, dado su oficio y el tiempo que había pasado allí. Pues, como si no lo hubieran conocido en lo fundamental. De creer en él, nada. Y sabían de sus milagros, pero ni por esas. “Si no creéis en mí, creed al menos en mis obras”, había dicho Jesús. Pero, no. Le conocían demasiado bien para creer en él; y, además, conocían a su familia.

Jesús se extrañó y nosotros nos extrañamos también. ¿Cómo es posible que, por más “normal” que apareciera Jesús ante ellos, no se le notara algo, yo diría, mucho? ¿Y María? ¿Y José? ¿Tampoco se les notó nada? Jesús se extrañó de su falta de fe; nosotros nos extrañamos de su falta de clarividencia y discernimiento.

Sólo creyeron en él los que no le habían conocido, la gente sencilla, los enfermos, los maltratados por la vida y la sociedad, los que le oyeron –por cierto, mucho menos que sus paisanos- y los que vieron sus gestos y milagros. De tal forma creyeron en él que le siguieron, haciéndose discípulos suyos. De tal forma estaba unida la fe y el milagro, que Jesús solía condicionar sus curaciones a creer en él. Jesús en Nazaret se sintió despreciado, y, sin acritud, así se lo dijo: “No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa”.

  •  “No pudo hacer allí ningún milagro; sólo algunas curaciones”

Como si las curaciones no fueran milagros sino sólo rebajas, las sobras de lo que había hecho en Cafarnaún y en otras ciudades. Jesús quiere hacer hincapié en la importancia de la fe para que él pueda actuar en nuestro favor; y en cómo sus paisanos “desconfiaban de él”.

Muy duro tuvo que ser para Jesús la desconfianza de su gente; pero, en el fondo, fue mucho más duro para ellos. Porque tuvieron la oportunidad de su vida, y no supieron aprovecharla.

La clave estuvo en que no quisieron dejarse sorprender por Jesús, sin darse cuenta de que se trataba de la sorpresa de Dios. Creían conocer a Dios de tal forma que no admitían sorpresas. Y Dios es siempre sorprendente. Esta es la lección para nosotros: que sus planes nunca son nuestros planes y sus caminos los nuestros. Tenemos que estar abiertos a él y a lo suyo, por más que nos desconcierte y descoloque de momento. Lo único positivo aquel día en Nazaret fue que, a pesar de todo, pudo curar a algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y, con seguridad, aquel gesto no lo olvidarían nunca.

Nosotros que, como los nazaretanos, creemos conocer a Jesús, ¿nos dejamos sorprender por él y por sus expectativas hacia nosotros?

Los buscadores hoy de Jesús, ¿reconocerían sus actitudes y valores en la vida de sus seguidores?

Fray Hermelindo Fernández Rodríguez

Fray Hermelindo Fernández Rodríguez
(1938-2018)