Vie
23
Jul
2010
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos.

Primera lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas 2, 19-20:

Hermanos:
Yo he muerto a la ley por medio de la ley, con el fin de vivir para Dios.

Estoy crucificado con Cristo; vivo, pero no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí.

Y mi vida de ahora en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí.

Salmo de hoy

Salmo 33, 2-3. 4-5. 6-7. 8-9. 10-11 R/. Bendigo al Señor en todo momento

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R.

Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulte al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias. R.

Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
El afligid invocó al Señor,
él lo escuchó y lo salvó de sus angustias. R.

El ángel del Señor acampa en torno quienes lo temen
y los protege.
Gustad y ved qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él. R.

Todos sus santos, temed al Señor,
porque nada les falta a los que lo temen;
los ricos empobrecen y pasan hambre,
los qu buscan al Señor no carecen de nada. R.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Juan 15, 1-8

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto.

Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros.

Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.

Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.

Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará.

Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos».

Reflexión del Evangelio de hoy

Es necesario hacerla presentación ante todo de esta Santa, Patrona de Europa, cuya fiesta litúrgica tiene unos elementos propios que interrumpen la lectura continuada que veníamos haciendo.

Se trata de una mujer polifacética, que con su vida virtuosa puede ser modelo para todos. Nació en Suecia a principios del siglo XIV, contrajo matrimonio muy joven, como era entonces la costumbre de las familias nobles. Fue madre ocho veces y acertó a educar a sus hijos en la fe cristiana. Como la mujer fuerte que nos presenta la Biblia, sabía gobernar su casa y sus muchos bienes.

A la muerte de su esposo, se entregó a una vida de intensa piedad y austeridad. Fundó una Orden religiosa, dedicada ante todo a la contemplación. Escribió numerosas obras sobre sus experiencias místicas. Vivió en su alma los misterios de la vida y pasión de Jesucristo, lo cual hizo de ella un gran apóstol.

Ciertamente podía repetir la frase que hemos escuchado de la carta de S. Pablo a los Gálatas: “Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mi”. Y esto porque el Espíritu de Dios, que mora en nosotros, nos infunde una vida nueva, la de los hijos de Dios. Y, por la fe, Cristo se convierte de alguna manera en sujeto de las acciones del cristiano. La fe es el fundamento de nuestra vida: una fe que significa “fiarse de” y que podemos verificar fiándonos de los hermanos, que son otra vez Cristo en nuestra vida. No es cierto, como se oye muchas veces, que “hoy no te puedes fiar de nadie”.

Si podemos admirar y copiar las virtudes de esta santa mujer es porque, como sarmiento vivo, cuidaba de permanecer unida a la Vid, y así dar fruto abundante. Por la fe y el amor actuemos en todas las situaciones de nuestra vida unidos a Cristo, verdadera Vid. Él nos comunica la savia, nos dará vigor, y podemos ser fecundos en la Iglesia, para la salvación de toda la Humanidad.

Repitamos hoy con el salmista: “Bendigo al Señor en todo momento”.