Vie
19
Mar
2010

Evangelio del día

Cuarta semana de Cuaresma

José hizo lo que le había mandado el ángel del Señor.

Primera lectura

Lectura del segundo libro de Samuel 7, 4-5a. 12-14a. 16

En aquellos días, vino esta palabra del Señor a Natán:

«Ve y habla a mi siervo David:
“Así dice el Señor: Cuando se cumplan tus días y reposes con tus padres, yo suscitaré descendencia tuya después de ti. Al que salga de tus entrañas le afirmaré tu reino.

Será el quien construya una casa a mi nombre y yo consolidaré el trono de su realeza para siempre.

Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo.

Tu casa y tu reino se mantendrán siempre firmes ante mí, tu trono durará para siempre”».

Salmo de hoy

Salmo 88, 2-3. 4-5. 27 y 29 R/. Su linaje será perpetuo.

Cantaré eternamente las misericordias del Señor,
anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Porque dijiste: «La misericordia es un edificio eterno»,
más que el cielo has afianzado tu fidelidad. R/.

«Sellé una alianza con mi elegido,
jurando a David, mi siervo:
Te fundaré un linaje perpetuo,
edificaré tu trono para todas las edades». R/.

Él me invocará: “Tú eres mi padre,
mi Dios, mi Roca salvadora”.
Le mantendré eternamente mi favor,
y mi alianza con él será estable. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 4, 13. 16-18. 22

Hermanos:

No por la ley sino por la justicia de la fe recibieron Abrahán y su descendencia la promesa de que iba a ser heredero el mundo.

Por eso depende de la fe, para que sea según gracia; de este modo, la promesa está asegurada para toda la descendencia, no solamente para la que procede de la ley, sino también para la que procede de la fe de Abrahán, que es padre de todos nosotros.

Según está escrito: «Te he constituido padre de muchos pueblos»; la promesa está asegurada ante aquel en quien creyó, el Dios que da vida a los muertos y llama a la existencia lo que no existe.

Apoyado en la esperanza, creyó contra toda esperanza que llegaría a ser padre de muchos pueblos, de acuerdo con lo que se le había dicho:
«Así será tu descendencia».

Por lo cual le fue contado como justificación.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Mateo 1, 16. 18-21. 24a

Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.

La generación de Jesucristo fue de esta manera:
María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.

José, su esposo, como era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo:
«José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados».

Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor.

Reflexión del Evangelio de hoy

  • Introducción

En la fiesta de San José, el “hijo de David”, el que enlaza a Jesús con la dinastía de David, el evangelio destaca de él principalmente su bondad. “José era bueno”. Así como ante otras virtudes: la justicia, la veracidad, la fortaleza… teóricamente todos las apreciamos, ante la bondad nuestra sociedad reacciona de doble manera. Por un parte, la tiene en alto aprecio. Por otra, desconfía de ella: “una cosa es ser bueno y otra ser tonto”. Por si no lo sabíamos, Jesús, ante el joven rico, nos recordó que Dios era bueno siempre: “Sólo Dios es bueno”. Lo nuestro es imitar a nuestro Padre Dios. También en su bondad.

  • Elogio de la bondad

Celebramos hoy la fiesta de San José, del que el evangelio dice que era un hombre bueno. La vida de San José es un canto a la bondad. José fue bueno con María, con la que estaba desposado, y con Jesús. Aceptó las explicaciones que Dios le dio y, llevado de su bondad, acogió a María y a Jesús, y les amó entrañablemente.

Por eso, la fiesta de San José es un buen momento para preguntarnos por la bondad y por el lugar que ocupa en nuestra vida diaria. De entrada, y en general, tenemos una alta consideración de la bondad, que se manifiesta también en el rechazo del mal. En el rechazo, por ejemplo, de los protagonistas de perversas actuaciones, que cada día nos sirve la prensa. Ante tanto mal, nuestro corazón queda encogido y le gustaría otra cosa, rechaza el mal, el opuesto a la bondad.

  • Nuestra particular lucha entre el bien y el mal

“Sólo Dios es bueno”, dijo Jesús al joven rico. Dios es bueno, bondadoso. Como nos ha creado a su imagen, ha depositado en nuestro corazón la bondad, el deseo de hacer el bien. Aunque después, en nuestro campo apareció la cizaña, la inclinación a hacer el mal. En el fondo, la vida del hombre es una lucha entre su bondad y su maldad. Y ahí está nuestra libertad, para escoger un camino u otro.

  • La bondad, la verdad, ser débil

Ser bueno, regirse por la bondad, buscar el bien y no el mal no es sinónimo de debilidad, de falta de energía. En el lenguaje popular, se suele decir que “una cosa es ser bueno y otra ser tonto”, presuponiendo que, a veces, el bueno es tonto. Usamos también la palabra “buenecito” para rebajar la grandeza del bueno, como el que no sabe enfrentarse a ciertas situaciones y cierra los ojos ante el mal. Que quede claro que el hombre bueno nunca oculta la verdad, conoce la verdad de la realidad. Por eso, a un tortazo nunca lo llama una caricia, a un robo nunca lo llama una acción inteligente… Llama al pan pan, al bien bien, y al mal mal. El bondadoso tiene el coraje y la osadía de enfrentarse al mal pero… a base del bien. Lo que quiere, sin cerrar los ojos a la realidad, es que prevalezca la bondad y no la maldad, vencerla a base del bien y nunca dejarse llevar por “el ojo por ojo y mal por mal”.

  • La bondad, el amor

Amor y bondad van íntimamente unidos. Amar es desear y buscar el bien para la persona amada. Muy importante para amar a los demás es sentirse amados por alguien. Por eso, Jesús pone tanto empeño en decirnos y probarnos que nos ama hasta el extremo. De esta manera, nos pide que nos dejemos llevar por el amor, que amemos a nuestros hermanos, es decir que seamos buenos con ellos, que deseemos y busquemos su bien. En general, una persona que se siente amada… ama, se deja llevar por la bondad. Un corazón deshabitado de amor, que no se siente querido, tiene todas las papeletas para no amar, para no hacer el bien a las personas que le rodean. Donde no hay amor, donde hay un corazón que no se siente amado… puede suceder cualquier cosa, el mal triunfará sobre el bien.

  • Jesús y la bondad

Jesús, nuestro Maestro y Señor, nos anima a que la bondad, el deseo de hacer el bien, que llevamos en nuestro corazón, venza al mal, porque Él sabe que la bondad nos humaniza, y la maldad nos deshumaniza, y, a la postre, no nos deja ser felices… y además predica con el ejemplo. Su vida fue una lucha a favor del bien y en contra del mal. En el supremo momento de su muerte, cuando lo que prevalecía era la maldad de unos hombres en un juicio injusto, vence ese mal, pero no a base de matar a sus enemigos, algo que estaba a su alcance, sino a base de seguir predicando el amor, la verdad, la bondad… Ese camino le llevó a su resurrección y no al abismo. Jesús nos pide que, en la lucha que es la vida humana, no dejemos que se cuele en nuestro corazón ni un miligramo de mal, de odio, de venganza… Porque los grandes perjudicados, además de nuestros semejantes, vamos a ser nosotros. Nadie puede ser feliz con malos sentimientos. Nuestro corazón está hecho para la bondad y no para la maldad.

 En este día de su fiesta, pidamos a San José, un hombre bueno, que se sintió amado por Dios, por María, por Jesús, y que dejó que la bondad guiase su vida entera, que le imitemos siendo personas buenas. Que nos convenza de que: “Es bueno ser bueno. Es malo ser malo”. Nuestro corazón está hecho para gozar con el bien y el amor. El que se guíe por el desamor y el mal no puede ser feliz. Con frecuencia, las apariencias engañan.