Sáb
15
May
2010

Evangelio del día

Sexta semana de pascua

El Padre mismo os quiere, porque vosotros me queréis y creéis que yo salí de Dios.

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 18, 23-28

Pasado algún tiempo en Antioquía, Pablo marchó y recorrió sucesivamente Galacia y Frigia, animando a los discípulos.
Llegó a Éfeso un judío llamado Apolo, natural de Alejandría, hombre elocuente y muy versado en las Escrituras. Lo habían instruido en el camino del Señor y exponía con entusiasmo y exactitud lo referente a Jesús, aunque no conocía más que el bautismo de Juan.
Apolo, pues, se puso a hablar públicamente en la sinagoga. Cuando lo oyeron Priscila y Áquila, lo tomaron por su cuenta y le explicaron con más detalle el camino de Dios. Decidió pasar a Acaya, y los hermanos lo animaron y escribieron a los discípulos de allí que lo recibieran bien. Una vez llegado, con la ayuda de la gracia, contribuyó mucho al provecho de los creyentes, pues rebatía vigorosamente en público a los judíos, demostrando con la Escritura que Jesús es el Mesías.

Salmo de hoy

Salmo 46, 2-3. 8-9. 10 R/. Dios es el rey del mundo

Pueblos todos, batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo;
porque el Señor altísimo es terrible,
emperador de toda la tierra. R/.

Porque Dios es el rey del mundo:
tocad con maestría.
Dios reina sobre las naciones,
Dios se sienta en su trono sagrado. R/.

Los príncipes de los gentiles se reúnen
con el pueblo del Dios de Abrahán;
porque de Dios son los grandes de la tierra,
y él es excelso. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Juan 16, 23b-28

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«En verdad, en verdad os digo: si pedís algo al Padre en mi nombre, os lo dará.
Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa. Os he hablado de esto en comparaciones; viene la hora en que ya no hablaré en comparaciones, sino que os hablaré del Padre claramente.
Aquel día pediréis en mi nombre, y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os quiere, porque vosotros me queréis y creéis que yo salí de Dios.
Salí del Padre y he venido al mundo, otra vez dejo el mundo y me voy al Padre».

Reflexión del Evangelio de hoy

Nos acercamos al final del tiempo Pascual (mañana celebraremos la Ascensión del Señor y el próximo domingo Pentecostés). La liturgia nos trae en estos días las palabras que el evangelista Juan puso en boca de Jesús a modo de “despedida” en aquella última cena con sus discípulos.

No hemos de olvidar que los evangelios son escritos tras la experiencia de la resurrección y que están marcados por ella. Tras la experiencia de la resurrección, la vida, obra y palabras de Jesús cobran una nueva dimensión. A la luz de la resurrección entendemos las parábolas y acciones de Jesús, que no tienen otra intención sino mostrarnos la naturaleza de Dios, Padre y Madre. Dios que nos ama y nos salva. Por cuyo amor somos capaces de conseguir los mayores logros, cambios y transformaciones.

Creer que Jesús es el Hijo de Dios, que él encarnó el proyecto de Dios para con nosotros y nosotras, proyecto liberador y de amor, es sabernos nosotros mismos hijos e hijas de Dios. Y, como tales, capaces de cambiar el mundo y sus estructuras injustas y opresoras.

La experiencia de resurrección, el saber que Dios, en Jesús, ha vencido a la muerte y a todo lo que ella significa (miedos, inseguridades, injusticia, desigualdades…) nos hace tomar conciencia de que nosotros, como hijos e hijas de Dios que somos, también seremos y somos capaces de vencer y superar todas esas limitaciones.

Pedir a Dios, Padre y Madre, es ponerle palabras y hacernos conscientes de nuestras propias necesidades y las del mundo. Pero no para esperar una “acción milagrosa” por parte de Dios, sino para intervenir y actuar nosotros mismos para superarlas y solucionarlas. Con el convencimiento de que, como hijos e hijas de Dios, seremos capaces de vencer incluso a la muerte.