Mié
13
Dic
2017

Evangelio del día

Segunda Semana de Adviento

Cargad con mi yugo y aprended de mi que soy manso y humilde de corazón

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías 40, 25-31

«¿Con quién podréis compararme,
quién es semejante a mi?», dice el Santo.
Alzad los ojos a lo alto y mirad:
¿quién creó esto?
Es él, que despliega su ejército al completo
y a cada uno convoca por su nombre.
Ante su grandioso poder, y su robusta fuerza,
ninguno falta a su llamada.
¿Por qué andas diciendo, Jacob,
y por qué murmuras, Israel:
«Al Señor no le importa mi destino,
mi Dios pasa por alto mis derechos»?
¿Acaso no lo sabes, es que no lo has oído?
El Señor es un Dios eterno
que ha creado los confines de la tierra.
No se cansa, no se fatiga,
es insondable su inteligencia.
Fortalece a quien está cansado,
acrecienta el vigor del exhausto.
Se cansan los muchachos, se fatigan,
los jóvenes tropiezan y vacilan;
pero los que esperan en el Señor
renuevan sus fuerzas,
echan alas como las águilas,
corren y no se fatigan,
caminan y no se cansan.

Salmo de hoy

Salmo 102, 1-2. 3-4. 8 y 10 R/. Bendice, alma mía, al Señor

Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R/.

Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa,
y te colma de gracia y de ternura. R/.

El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia.
No nos trata como merecen nuestro pecados
ni nos paga según nuestras culpas. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Mateo 11, 28-30

En aquel tiempo, Jesús tomó la palabra y dijo:
«Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré.
Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

Reflexión del Evangelio de hoy

El Señor no se cansa, no se fatiga, es insondable su inteligencia

El pueblo de Israel, en pleno destierro de Babilonia, está sumido en la tristeza y angustia, por la situación en que se encuentra, piensa que el Señor lo ha abandonado y que ignora los trances por los que atraviesa.

Isaías, en este relato, quiere infundir ánimo y aliento ante la desesperanza; les insiste que el Señor, Dios único, es el creador de todo lo que nos rodea, que tiene presente a cada uno, e incluso, los convoca por su nombre, que nunca se cansa, que da fuerza al desvalido y al débil, que ayuda a todos a superar las malas rachas.

El Señor es un Dios eterno, que nunca abandona a nadie, que jamás mira hacia otro lado para no ver las desdichas de los que sufren, más bien al contrario, siempre nos apoya, es la soga a la que agarrarse cuando uno se hunde y está a punto de perecer, es la mano tendida para ayudar a levantarse, la roca firme en la que se sustenta toda la creación.

El problema está en que no tenemos asumido que Dios es nuestro Padre, y ante las situaciones de crisis, nos dejamos llevar por actitudes derrotistas, perdiendo toda esperanza, sin recordar, que debemos bendecir siempre al Señor como dice el salmo 102: “porque él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades, él rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura".

Porque mi yugo es llevadero y carga ligera

Según el relato de Mateo, Jesús está predicando mediante parábolas a la gente y da gracias a Dios, porque estas cosas no se las ha revelado a los doctos y entendidos, sino a los humildes y sencillos, y, aun es más, elevando la voz les invita diciendo: "Venid a mí los que estáis cansados y agobiados que yo os aliviaré".

Jesús, a pesar de ser Hijo de Dios, y que el Espíritu Santo habla a través de Él, se muestra como hombre sencillo, humilde de corazón y nos invita a ser como Él.

Nos está marcando un programa de vida para que nos olvidemos del egoísmo, del afán de destacar sobre los demás, de la soberbia de creernos el centro del universo.

Jesús quiere que seamos rectos de corazón, sin dobleces, sin malas intenciones, a ser limpios y no resabiados, a mostrarnos a los otros con un corazón abierto, sin fariseísmos, actuando con sencillez y humildad, poniendo a trabajar los talentos con que Dios nos ha bendecido, pero siempre al servicio del otro.

Cristo nos invita a descansar en Él, a abrirnos a su corazón infatigable, él nos infunde ánimo para seguir adelante, pero siempre que actuemos con honradez y limpieza de espíritu.

Cuando atravesamos malos momentos ¿ponemos nuestra confianza en Dios?

¿Nos acordamos del Señor en los momentos buenos?

¿Intentamos ser como Jesús, mansos y humildes?