Mar
12
Ene
2010
Este enseñar con autoridad es nuevo

Primera lectura

Primera lectura: 1 Samuel 1, 9-20

En aquellos días, después de la comida en Siló, mientras el sacerdote Elí estaba sentado en su silla junto a la puerta del templo del Señor, Ana se levantó y, desconsolada, rezó al Señor deshaciéndose en lágrimas e hizo este voto: "Señor de los ejércitos, si te dignas mirar la aflicción de tu esclava, si te acuerdas de mí y no me olvidas, si concedes a tu esclava un hijo varón, se lo ofreceré al Señor para toda la vida y la navaja no pasará por su cabeza". Mientras repetía su oración al Señor, Elí la observaba. Ana hablaba para sus adentros: movía los labios, sin que se oyera su voz. Elí, creyendo que estaba borracha, le dijo: "¿Hasta cuándo vas a seguir borracha? Devuelve el vino que has bebido". Ana respondió: "No es eso, señor; no he bebido vino ni licores; lo que pasa es que estoy afligida y me desahogo con el Señor. No me tengas por una mujer perdida, que hasta ahora he hablado movida por mi gran desazón y pesadumbre".
Entonces dijo Elí: "Vete en paz. Que el Señor de Israel te conceda lo que le has pedido". Y ella respondió: "Que tu sierva halle gracia ante ti".
La mujer se marchó, comió, y se transformó su semblante. A la mañana siguiente madrugaron, adoraron al señor y se volvieron. Llegados a su casa de Ramá, Elcaná se unió a su mujer, Ana, y el Señor se acordó de ella. Ana concibió, dio a luz un hijo y le puso de nombre Samuel, diciendo: "¡Al Señor se lo pedí!"

Salmo de hoy

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Marcos 1, 21-28


Llego Jesús a Cafarnaúm y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su enseñanza, porque no enseñaba como los letrados, sino con autoridad. Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar: "¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios". Jesús lo increpó: "Cállate y sal de él". El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió.
Todos se preguntaron estupefactos: "¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen". Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.

Reflexión del Evangelio de hoy

  • " Al Señor se lo pedí".

La primera lectura nos presenta hoy a una mujer que, angustiada, suplica al Señor para que borre su oprobio de mujer estéril. Llora y gime desde su corazón lleno de vergüenza y dolor. Y Dios la escucha y concede el hijo varón tan suplicado,   que llegará a ser un gran profeta entre su pueblo, Samuel.

Acojamos la lección que nos ofrece la Palabra: en los momentos de angustia por la soledad, la incomprensión, la prueba de cualquier tipo, acudamos a la oración. Dios, a pesar de su aparente ausencia y silencio, está siempre a nuestro lado, aunque no se le perciba a veces de una manera sensible. El es Amor, y no se desentiende de sus hijos, nos ama y quiere nuestro bien. Confiemos, supliquemos con fe y esperanza.

Y, si parece que no nos responde inmediatamente, reflexionemos, porque quizá la razón está en que pedimos mal, o cosas que no nos convienen. En cualquier caso, la oración hará que nuestro corazón se abra a su voluntad, y acepte con paz su designio de amor para con nosotros. En todo caso, hagamos nuestra la oración del salmo: “Mi corazón se regocija por el Señor, mi Salvador”. 

  •    “Jesús enseñaba con autoridad”

Dios se fue revelando a los hombres por etapas. Primero se valió de su creación. Más tarde, escoge a un pueblo y se comunica con él por medio de profetas. Pero al final envió a su Hijo Jesucristo, y por Él que es su Palabra, nos transmite su mensaje. Jesús habla, enseña con autoridad.

Según el evangelista Marcos, la autoridad lleva el sello del milagro. Increpa al espíritu que tiene esclavizado al hombre poseso: “Cállate y sal de él”; y el espíritu inmundo le deja libre, cosa que asombró a los presentes hasta el punto de exclamar: “Este modo de enseñar con autoridad es nuevo”. Y es que Cristo tiene todo el poder salvador del Padre, y se manifiesta en sus palabras  y obras.

Jesús pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos. Es el servicio liberador que nosotros podemos imitar contando con su ayuda. Es nuestra tarea de anunciar el Reino transmitiendo la luz que brilló en las tinieblas, y que hemos aceptado en las recientes fiestas de Navidad. Esta será la esencia del año nuevo.