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Días de Encuentro Espiritual

1 de septiembre de 2016

Monseñor Carlos Amigo dirige un Retiro Espiritual para los dominicos en Caleruega del 23 al 27 de agosto.

Desde hace años, llegadas estas fechas, ya es tradición entre los dominicos tener unos días de encuentro y reflexión espiritual al finalizar las vacaciones estivales y comenzar con un nuevo sentido interior las actividades del curso que se nos presentan. Los llamados “ejercicios espirituales” de Caleruega, tienen más de reflexión, silencio, oración que de “ejercicios” al uso; aunque también hay algún largo paseo. Se trata de ejercitar el músculo interior de la espiritualidad que a veces se adormece y cansa.

Este año -aunque ya el año anterior se había compartido con algún otro fraile de las provincias españolas- la novedad es que ya “éramos todos uno”. Nos inscribimos 36 frailes para comenzar el 23 de agosto bajo la buena guía de Fray Carlos Amigo, franciscano, Arzobispo emérito de Sevilla y Cardenal. Nos acompañaba también Don Jorge Sans Vila, operario diocesano, muy cercano en el afecto, historia y espiritualidad dominicanas. Gran propagador de todo lo nuestro.

La llegada el 23 por la tarde fue paulatina, saludando a los ya conocidos y haciendo nuevos descubrimientos de rostros y nombres oídos en otras ocasiones: ¡Ah, así que tú eres…! En la cena comenzaron los intercambios de opiniones y conocimientos mutuos. Sabrosas la sopa juliana y la jugosa tortilla de patatas. Es fundamental que la comida en días de retiro tenga sabor a hogar y sea abundante, con la austeridad que impera en tales comidas conventuales.

El día 24 comenzamos con Laudes y la Eucaristía presidida por Mons. Carlos Amigo. Volver a “semitonar” la salmodia tiene sus pequeños tropiezos iniciales, pero también su encanto anual. Si “aprender es recordar” había que volver a recordar lo que estando en el trasfondo personal no se puede llevar a cabo en nuestras comunidades habitualmente por escasez de voces o premuras matinales por el trabajo o actividades vespertinas varias.

Poco a poco fuimos entonándonos.

La predicación de Fray Carlos con los textos del día fue introduciéndonos en lo que iban a ser las reflexiones posteriores, que comenzaron a las 10,30.
Fray Carlos hizo su planteamiento espiritual de estos días como oportunidad para, partiendo de Jonás y el plan de Dios inesperado para su vida, tuvo que hacer “su historia” de manera imprevista y cómo nosotros, con nuestra propia vida/historia hemos de estar dispuestos a hacer nuestro proyecto de vida espiritual, religiosa y pastoral, retomando aspectos abandonados o que han perdido fuerza y que en su momento fueron claves en la construcción de nuestra vida religiosa. Para “aterrizar” es preciso haber volado previamente. Por eso sus charlas tendrían el valor del “vuelo interior” para ir aterrizando en actitudes concretas de nuestra vida. El vuelo de los 800 años nos daba perspectiva más que suficiente para ir aterrizando en nuestro mundo de actitudes y proyectos pastorales y religiosos vividos en común.

A cada charla (unos 40 minutos) le seguía un tiempo de silencio meditativo en la misma sala. Después, cada mochuelo a su olivo, para seguir en silencio a lo largo de la mañana hasta la 13,15 en que teníamos otro rato de oración común que se inició en el “pocito” bajo la dirección del Prior de Caleruega, fray Julián de Cos, El marco invitaba a los textos del “agua viva” en estos momentos de renovación histórica, agua que comenzó a brotar allí hace 800 años. ¡Y cómo no, el artilugio que hace saltar el agua hasta menos de la vida eterna no funcionaba! No hubo agua saltarina ni cantarina.

Tras la comida, un rato de silencio dormitativo y a las 5, charla con fundamentación bíblica siguiendo el proyecto de vida y predicación.

A las 20,30, las vísperas con Salve y O spem miram daban el tono exacto de nuestra dimensión orante. Cena, paseos nocturnos y cigarro para los aún persistentes. Decía Sandro Pertini: “De los fumadores deberíamos aprender la tolerancia; todavía no conozco a uno solo que se haya quejado de los no fumadores”.

A partir de las 23 horas. Caleruega ha mejorado en ausencia de ruidos nocturnos. Todos hemos mejorado con la edad: nos retiramos antes y nos despertamos más temprano.

 

El ritmo de los días ha sido similar. Las reflexiones de Fray Carlos Amigo estaban en plena sintonía con el repaso de actitudes dominicanas que estos 800 años requieren de nosotros personal y comunitariamente. Él conoce bien la vida religiosa pues entre franciscanos y dominicos, salvando ciertas distancias en el enfoque de la misión apostólica, las similitudes conventuales y fraternas tienen ese aire de familia y de época propio de haber nacido, vivido y desarrollado el seguimiento de Jesús con actitudes complementarias: la predicación en ambos desde perspectivas complementarias: la pobreza como al mejor garantía de credibilidad: pobreza personal y comunitaria, pobreza de las gentes a las cuales hay que enriquecer con enseñanzas, saberes y espiritualidades que no se salgan ni extrapolen las coordenadas de sensatez evangélicas. Las exageraciones espirituales no son nada buenas.

La oración/reflexión del mediodía en la capilla coral, con marcado perfil mariano, la dirigió Fr. Segundo Pizarro de la comunidad de Vallecas. Textos evangélicos en los que María se hace presente sirvieron para estimular las peticiones sinceras y espontaneas de los frailes.

La apacibilidad de la tarde siguió el ritmo de reflexión sobre las virtudes más sobresalientes entre nosotros y los defectos más notorios: desde la magnanimidad a las pequeñas corrupciones o depravaciones que alteran nuestra realidad cuando uno deja de ser lo que era, lo que quiso ser.

Pasó una noche y llegó el día tercero. El clima de serenidad e intercambio se notaba en los ratos comunes y frugales. Se notaba que no había cautelas ni silencios tensos; todo discurría con normalidad, como si siempre hubiésemos pertenecido a la misma provincia, porque la realidad es que todos habíamos respirado el mismo sentir común en nuestra formación, ideales y apuestas de futuro.

La reflexión del día tercero en la iglesia parroquial donde fue bautizado santo Domingo, la dirigió Fr. Jaume Boada invitándonos a la renovación de aquel primer compromiso que nos hizo cristianos, invitando a fortalecer con firmeza la unión provincial justo desde el lugar donde Domingo comenzó su andadura cristiana, pues allí comenzó la Orden, desde el momento del bautismo el camino cristiano de Domingo se expandía campos castellanos a través hasta traspasar las landas y las marcas fronterizas. Boada habló “claro y en catalán” en un castellano sonoro.

La última charla, además de los puntos de reflexión, fue seguida por un largo diálogo con fray Carlos Amigo, en el que él contó con naturalidad algunos de los problemas de la Iglesia española, su conocimiento de los Papas que había tratado y otras cuestiones de interés dentro de la naturalidad, sinceridad y prudencia; pero siempre cercano y fraterno con esa bonhomía que le caracteriza.

Por la tarde, en vísperas, el Prior Provincial, fray Jesús Díaz, hizo un magnífico sermón/conversación, que nos dejó con el grato sabor de saber que estamos en buenas manos, que la dirección tomada era la acertada y que, apoyándose en escritos de Laín Entralgo, enfocaba distintos aspectos éticos de nuestra vida, entre ellos la ética de la ancianidad, con tal contundencia y convicción, que salimos reconfortados y animosos para continuar la andadura. Salimos rejuvenecidos.

La última Eucaristía -que no tenía el sabor de despedida, sino de punto de salida- la celebramos con las Dominicas contemplativas. El contraste de voces fraternas nos hacía superar cualquier falta de armonía que se produjese.

Fray Carlos Amigo, tras la comunión, llevado de su entusiasmo, agradeció al P. General -a lo que el P Provincial respondió raudo: “Todavía no”- la invitación a compartir estos días, que también a él le habían ayudado a revisar, retomar y repensar ideas, creencias y vivencias. Con el Himno del Jubileo terminamos estos días de encuentro espiritual.

Tras la foto común que deja testimonio de estos tres magníficos días muy bien organizados por el secretario provincial, fray Juan Carlos Cordero, desayunamos y comenzaron los adioses y abrazos.

Como al inicio de la Orden, la dispersión era signo de vitalidad. Sí, somos mayores, somos pretérito acumulado, ¿acaso hay algo malo en ello…? Aún nos quedan muchas fuerzas para contarlo y cantarlo. Porque todavía hay luz…