EL SEÑOR ES MI LUZ Y MI SALVACIÓN

(Sal. 27,1)

El Señor es una luz.

Dios es una luz.

 

Dios por eso ama la luz,

como la aman las abejas.

 

Las abejas aman mucho la luz,

por eso cuando se acercan a las colmenas

y las abejas se enteran del humo,

se marchan y huyen

y dejan en libertad al hombre

para que coja la miel.

 

Dios ama la luz,

Dios ama moverse

en una atmósfera pura,

en una atmósfera transparente.

 

El silencio vuelve a nuestro corazón transparente.

El silencio vuelve a nuestro corazón lleno de luz.

 

Una nube,

una pequeña nube,

una humilde nube,

puede ensombrecer el Sol,

puede ocultarnos el Sol,

puede ensombrecer esta tierra.

 

A veces un deseo,

a veces un pensamiento,

a veces un recuerdo,

a veces una reflexión,

... qué pocas cosas, pueden a veces,

distraernos de esa luz,

ensombrecer nuestro corazón,

ensombrecer la atmósfera de nuestro interior.

 

El silencio vuelve puro el corazón,

el silencio vuelve transparente a nuestra conciencia.

En el silencio todo se vuelve luz,

tú también eres una luz.

 

El Señor es mi luz y mi salvación.

 

Tu corazón también está lleno de luz.

Tu corazón está también lleno de transparencia.

 

Cuando en el silencio se van sosegando

tantos pensamientos,

tantos deseos,

tantas imaginaciones,

el corazón se queda calmado,

el corazón se queda en reposo,

el corazón se queda tranquilo,

el corazón se queda sosegado,

el corazón se queda en luz,

envuelto en luz.

 

El silencio es pulcritud,

el silencio es claridad,

el silencio es transparencia.

 

El Señor es mi luz.

El silencio es tu luz,

el silencio vuelve luminoso tu corazón.

 

Quédate en silencio.

 

Deja que el silencio

transparente la luz que hay en tu interior,

deja que el silencio

inunde de luz tu corazón.