25 - "Ojalá me escuchases, Israel... No tendrás un dios extranjero"

 

 

 

Abunda en la Escritura esta necesidad de escucha. El arte de escuchar es el arte del silencio.

 

No estar atentos a nuestra exterioridad- nuestro Egipto-, donde existe el conflicto, sino allá adentro donde Dios nos ama, para acoger su presencia en el corazón.

 

El silencio es para reencontrarnos con su presencia, con su amor.

 

El don de la escucha.

 

El silencio no es hijo del deber, sino hijo del amor; el silencio es una obra de amor. La oración nunca es una obra impuesta sino una obra de amor.

 

En medio de tu corazón está el desconocido. Dios es siempre más desconocido que conocido y el sendero para ese encuentro es siempre nuestro silencio. “Ojalá me escuchases”, ahí vendría a ti la visita de todo el gozo, la visita de toda la paz. Estad presentes al que es la eterna presencia.