Foro "Con Acento"

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Tema: En el principio fue la alegría      Autor: Martín Gelabert, OP      Creado: 23/07/2007 0:00:00      Número de aportaciones: 7




Asunto: Nueva alegría en María
Fecha y hora:
30/08/2007 12:03:46

Autor:
Luis Lavirgen

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Yo también fui dando pasos depresivos despues de unos primeros años entusiasmados en la fe. Desde entonces me he preguntado mucho por la razón de la desolación, aunque ya San Ignacio nos tenía advertidos. Y siempre tuve a la Virgen como una clave para mantener la ilusión, la Virgen que se aparece aquí o allá. La espiritualidad eclesialmente correcta es enemiga del aparicionismo más allá de unas cuantas instancias. Pero si se deja a la Virgen actuar, si se la busca, más allá de las meras proclamaciones dogmáticas o de final de eucaristía y canciones pobres de concepto, entonces la Virgen actúa, y siempre encuentra una manera de sacarnos de nuestra situación plúmbea y autoflagelante. Ahora bien, todos los prejuicios acumulados tienden a impedirlo, y de hecho, hay toda una serie de argumentos contrarios que están en la mente de todos. Pero la Virgen es la puerta estrecha por la que hay que pasar, muchos no la quieren pasar, aceptan la puerta ancha de Cristo, pero no la de la Virgen. Personalmetne he encontrado en muchos sacerdotes un miedo cerval a centrar en su vida a la Virgen de la manifestación continua, temen perder sus posiciones, temen a sus colegas, temen a los superiores, es el complejo social; y en esos términos la Virgen no puede acercarse a más distancia de la que se le deja, y en consecuencvia no puede enseñarnos con el tiempo que es necesario. La biblia está muy bien, sermones y libros también, pero son necesariamente generalistas, necesitamos la guía en nuestro caminar diario, en las grandes encrucijadas, y mucha sabiduría que la Virgen expande queda silenciada, y deja de beneficiarnos; una sabiduría que vence la neurastenia espiritual a que nos somete el enemigo, clave de todas nuestras desolaciones.
La sabiduría, la guía de María, la ternura de María, siempre han vencido, incluso en medio de los grandes cataclismos de la iglesia, sobre todo en los grandes cataclismos colectivos y personales. Qué peor época que la de los asesinatos masivos de católicos, en Francia, Mexico, España, mucho peor que la tragedia de unos bancos poco llenos y de gente hosca entre sí. Y sin embargo, allí estaba íntegra el alma creyente de la esperanza eterna.

Asunto: ¡Qué alegre la mañana que nos habla de ti, qué alegre la mañana!
Fecha y hora:
24/07/2007 17:14:23

Autor:
Rafael René Bermúdez Santos

Correo electrónico:
María Madre de gracia, Madre de Misericordia. La miseria de mi corazón es nada frente a tu amor Miserere, Miserere, Miserere, perdón Madre Nuestra, soy feliz porque me has dado la vida.

Asunto: Cantando juntos con alegría
Fecha y hora:
24/07/2007 4:21:55

Autor:
Rafael René Bermúdez Santos

Correo electrónico:
Apóstol Santiago en Valencia
Predicando el amor de Jesús,
Perdón yo te imploro en mis culpas
Oyendo el sermón de tu luz.
Serenando mi vida en la Cruz,
Tu santa oración es la esencia
Ordenas mi vida en virtud,
Limpiando mi alma en quietud.

Sáname Señor Santo Domingo,
Anhelo tu amor e indulgencia,
Nombrando a Jesús yo te canto,
Teniendo presente tu himno.
Intenso mi amor en el salmo
Aquí yo te rezo contrito,
Gimiendo en honor de María.
Otorga tu amor yo te imploro.

Asunto: En el princpio fue la alegría
Fecha y hora:
23/07/2007 22:43:10

Autor:
JMValderas

Correo electrónico:
Pido disculpas por el lapsus. El nombre de Gessner es Konrad. Leonhard se llamaba su amigo Fuchs. Sus biografías se entreveran en muchos momentos, como es sabido. Menos conocida es su influencia, en países católicos, en particular, Italia (Gessner) y España (Fuchs). Pese a estar en el Indice.

Asunto: En el principio
Fecha y hora:
23/07/2007 21:59:47

Autor:
JMValderas

Correo electrónico:
Querdo Gelabert Hay que ver lo que da de sí el prólogo del evangelio de san Juan. Uno lo tenía por insuperable... Y no sólo por revelado. Bueno, yo no lo tocaría. Pero te sobra razón al subrayar la importancia de la alegría en el mensaje salvífico. Desde aquella cuya "alma se alegra en Dios su salvador", hasta el ruego imperativo que así resuena en la Vulagata: "Gaudete, iterum dico, gaudete". ¿Quién no se estremece con piedad filial en la antífona "Regina coeli laetare, alleluia!"? La alegría cristiana mana del don de la paz, que es la salutación de Cristo que alegra a sus discípulos tras la Resurrección. Esa paz, en el cristiano, que brota de la conformidad con el Verbo encarnado y resucitado, se explicita en la alegría exterior. La alegría de la seguridad del saber "a quién me he entregado". Años atrás, peleando con la labor científica de Leonhard Gessner, protestante arquetípico del momento de mayor enfrentamiento entre Católicos y Reformistas, visité en Ginebra la iglesia donde impartía cátedra Juan Calvino en Ginebra. Fría y cortante. Me acordé, caprichos indomables de la imaginación, de Servet y de los cielos de las iglesias de Baviera. Trento fue, lo diré sin rubor y contra los aires que corren, el concilio de la alegría frente a la severidad de la Reforma. ¿La razón? La vida sacramental que depuró y alentó.

Asunto: ¿Dónde va la alegría?
Fecha y hora:
23/07/2007 9:38:32

Autor:
Félix García

Correo electrónico:
Es una paradoja: acertamos con el diagnóstico, pero no aplicamos el remedio a la enfermedad. EN EL PRINCIPIO ERA LA ALEGRÍA, pero ¿cuál es la realidad actual de nuestras comunidades?
Ayer, domingo, asistí a “mi misa” de todos los domingos. La comunidad –una pequeña parte- cantaba: “vieeeneenn c o n a l e g r í a, c a a a n t a n d o v i e n e n co n a leeeeg ri a”, así, en tono menor marcha lenta, sílabas largas, tracción a las cuatro ruedas y fuerte cuesta arriba.
Hace unos años teníamos un P. Dominico al frente y toda la comunidad cantaba con alegría que se contagiaba a los asistentes. Escuchábamos o proclamábamos la Palabra de Dios, oíamos una breve y enjundiosa homilía y, después de la celebración en el templo, nos reuníamos, prolongábamos la celebración a la puerta y, después, con unos vinos, refrescos, cervezas, cacahuetes y patatas fritas, etc.pagados a riguroso escote, según la edad y los gustos. Nuestra comunidad crecía, tenía vida y la comunicaba. Las parroquias vecinas perdían fieles que se incorporaban a nuestra fiesta.
¿Cuál es el estado actual? Hemos pasado de bancos llenos y pasillos ocupados por fieles de pie, a bancos poco poblados de gentes discutidas, una a cada extremo y evitando mirarse. Unos cantos que hablan de alegría con una tristeza infinita, contagiosa y contagiante. Unas homilías demasiado enjundiosas,poco atractivas para fieles de andar por casa y, lo peor: una asamblea que termina en el ite, misa est, que no se prolonga en el atrio, que no sale del templo, que se muere allí mismo.
Queda aún lo “más peor”: ¿Qué parte en esa tristeza que invade la celebración, mi celebración, es atribuible a mí mismo? Y lo pienso y encuentro formas de acción que podrían ayudar, pero cuando llega el domingo siguiente me uno sin alegría a un canto de entrada que dice, en tono menor y con ritmo de marcha fúnebre, que la misa es una fieeestaaa muuuyy aleeeeegre. ¡Y sigo sin saber que puedo hacer para remediarlo! Salvo preguntarme si Cristo ha resucitado realmente en mí y en mi comunidad. Siento estar tan pesimista hoy, debe ser el día gris y lluvioso que se contagia también. Un abrazo

Asunto: En el principio fue la alegría
Fecha y hora:
23/07/2007 0:00:00

Autor:
Martín Gelabert, OP

Correo electrónico:

La fe cristiana tiene su origen en los encuentros de los discípulos con Jesús resucitado. Eso permite afirmar que en el principio fue la alegría. Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor, repiten los evangelistas. Una alegría que cambió la inercia pesimista de la cruz en un testimonio valiente y esperanzado, que congregó de nuevo a los discípulos y provocó la creación de las primeras comunidades de fe. La alegría se encuentra en el punto de partida y en el origen del cristianismo.

La alegría cristiana se manifestaba, en las primeras comunidades, al celebrar las comidas pascuales. Esta alegría sólo resulta explicable por la presencia de Cristo Resucitado. Un banquete funerario puede provocar agradecimiento por la vida del difunto, pero no expresar el gozo de su presencia (cf. Hch 2,46; Lc 24,53). La rememoración de la última cena no es para los cristianos un acontecimiento nostálgico, sino festivo. Tenemos ahí un criterio para nuestras celebraciones actuales, tan serias, tan aburridas; a veces parecen más un entierro que una fiesta.

El anuncio de Jesús, en un ambiente cargado de tensiones y pesimismo, resonó como una alegre y esperanzadora noticia, que cambiaba la vida de quienes le oían. Al paso de Jesús la gente recuperaba las ganas de vivir, la ilusión y la esperanza; se levantaba de sus depresiones. Como resume muy bien una de las actuales plegarias eucarísticas, Jesús “anunció la salvación a los pobres, la liberación a los oprimidos y a los afligidos el consuelo”. Esta alegría que fue fundadora de la Iglesia, creadora de vida, está llamada a seguir siendo hoy fundamento de la vida de los creyentes. Los cristianos hemos recibido el Espíritu Santo. Una de las características que define a esta persona Trinitaria es el Gozo. La tristeza denota ausencia de Espíritu, es fruto de la carne. En cambio el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, bondad, dominio de sí (Gal 5,22). Tenemos ahí un criterio para medir la calidad de nuestra vida cristiana.





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